miércoles, junio 28, 2017

Complicidad de la CIA con el narco, expuesta en televisión

Jon Schwarz | The Intercept

Por primera vez un canal de televisión de Estados Unidos lanza un documental con el que revela a los estadunidenses cuán profunda es la participación de la Agencia Central de Inteligencia en el tráfico internacional de drogas”.

Chuck Grassley, senador republicano por Iowa, es conocido en Twitter por expresar su entusiasmo por que el History Channel finalmente transmita algo de historia. He aquí dos de sus muchos tuits sobre el tema:

Simplemente amo la historia, así que ocasionalmente pongo el History Channel y dan “Mudcats”, ¿cuándo pondrán historia de nuevo en el canal?

Ocasionalmente sintonizo el History Channel para ver algo de historia. ¿Cuándo tendrá el canal un programa sobre historia a la antigua?

La buena noticia para Grassley, y para todos los demás, es que el History Channel transmitió una nueva serie, dividida en cuatro partes, llamada La Guerra de Estados Unidos Contra las Drogas. No sólo es una contribución importante a la reciente historia estadunidense, es también la primera vez que la televisión de este país ha dicho la verdad sobre uno de los temas más importantes de los últimos 50 años.

›Esa verdad fundamental es la guerra contra las drogas que ha sido una farsa sin sentido. Durante décadas, el gobierno federal se ha involucrado en una serie de alianzas que cambian  de acuerdo a su conveniencia y con algunos de los cárteles de la droga más grandes del mundo.

Mientras que la tasa de encarcelamiento de Estados Unidos se quintuplicó desde que el presidente Richard Nixon declaró la guerra contra las drogas en 1971, los mejores narcotraficantes disfrutaron simultáneamente de protección en los niveles más altos del poder en Estados Unidos. Por un lado, esto no debe ser
sorprendente.

La documentación de este hecho descansa en docenas de libros y ha estado a disposición de cualquier persona con curiosidad y una credencial de biblioteca.

De alguna manera, a pesar de que Estados Unidos no tiene un sistema formal de censura, este escándalo nunca se ha presentado a profundidad en el medio en el que la mayoría de los estadunidenses se informa, es decir la televisión.

Es por eso que La Guerra de Estados Unidos contra las Drogas es un auténtico hito. Recientemente hemos visto cómo las ideas que alguna vez parecían absurdas y tabúes —por ejemplo, que la Iglesia católica mantenía en secreto deliberadamente a los sacerdotes que abusaban sexualmente de los niños— pueden, después de muchos años, romper el silencio y llegar finalmente a la conciencia popular y tener consecuencias reales.

La serie podría hacer lo mismo por la situación detrás de una de las políticas más cínicas y crueles en la historia de Estados Unidos.

La serie, producida por Julian P. Hobbs, Elli Hakami y Anthony Lappé, es un documental de televisión estándar; hay una amalgama de entrevistas, imágenes de archivo y recreaciones dramáticas.

Lo que no es estándar es la historia contada en cámara por los antiguos operadores de la Agencia Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés), así como a periodistas y los mismos narcotraficantes.

Uno de los reporteros es Ryan Grim, jefe de la oficina de The Intercept en Washington, también autor de la investigación This Is Your Country on Drugs: The Secret History of Getting High in America, o Éste es tu país: La historia secreta de drogarse en Estados Unidos.

›No hay nada suave en lo que sucedió. El primer episodio comienza con la voz de Lindsay Moran, un exoficial encubierto de la CIA, declarando: “La agencia estaba profundamente involucrada con los narcotraficantes”.

Richard Stratton, un contrabandista de mariguana convertido en escritor y productor de televisión, explica: “La mayoría de los estadunidenses estarían totalmente sorprendidos si supieran de la profundidad de la participación de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en el tráfico internacional de drogas”.

Christian Parenti, profesor de la Universidad de Nueva York, dice a los televidentes: “Desde sus comienzos, la CIA ha colaborado con las mafias involucradas en el narcotráfico porque éstas servían a una agenda más amplia, que era la de combatir al comunismo”.

Durante las siguientes ocho horas, la serie recorre la historia de lo que es, sin duda, una de las más grandes asociaciones del gobierno de Estados Unidos con los traficantes de heroína, alucinógenos y cocaína. Que esa historia tenga el potencial para llenar la mayor parte de cuatro episodios de dos horas demuestra cuán extraordinariamente profunda y nociva es.

Primero vemos cómo la CIA trabaja con el jefe de la mafia de Florida, Santo Trafficante Jr., a principios de los años 60. La CIA quería muerto a Fidel Castro y, a cambio de la ayuda de Trafficante en varios complots para asesinarlo, estaba dispuesta a ignorar el tráfico de drogas que protagonizaban Trafficante y sus aliados cubanos exiliados. Luego está la historia extremadamente extraña de cómo es que la CIA importó cantidades significativas de LSD de su fabricante suizo con la esperanza de poder utilizarlas para controlar la mente.

En cambio, al administrar dosis a miles de jóvenes voluntarios, entre ellos Ken Kesey, Whitey Bulger y el letrista de Grateful Dead, Robert Hunter, la agencia ayudó accidentalmente a popularizar el ácido y generar la contracultura de la psicodelia en la década de 1960.

›Durante la Guerra de Vietnam, Estados Unidos se alió con fuerzas anticomunistas en Laos que aprovecharon su apoyo para convertirse en uno de los mayores proveedores de opio en la Tierra.  Air America, una fachada de la CIA, transportó suministros para los guerrilleros de Laos y luego sacó las drogas del país, todo con el conocimiento y la protección de agentes estadunidenses.

La misma dinámica fue desarrollada en Nicaragua en los años 80 cuando la administración de Reagan intentó derrocar al gobierno sandinista. Los aviones que en secreto llevaban armas a los contras sacaban cocaína y la transportaban a Estados Unidos, protegidos por las autoridades, especialmente la CIA.

Más recientemente, está la guerra en Afganistán, que ya suma 16 años. Aunque no se ha descubierto nada sobre las maquinaciones de la CIA, es difícil no notar que EU instaló a Hamid Karzai como presidente, mientras que su hermano aparentemente estaba en la nómina de la CIA y era, simultáneamente, uno de los mayores traficantes de opio del país. Afganistán ahora suministra cerca de 90% de la heroína del mundo.

La serie deja en claro que esto no es parte de un complot secreto del gobierno para volver drogadictos a los estadunidenses, pero, como dice Moran, “cuando la CIA se enfoca en una misión, en un fin particular, no se sienta a pensar cuáles son las consecuencias globales a largo plazo de sus acciones, ganar sus guerras secretas siempre será su máxima prioridad, y si eso requiere de su cooperación con los cárteles de la droga que están inundando a Estados Unidos con su producto, que así sea”. Muchos de estos patrones que tienen sus orígenes en los años 60 se vuelven cíclicos. “Esas relaciones se desarrollan una y otra vez a lo largo de la guerra contra las drogas”, añade Moran.

›Lo que hace que esta historia sea tan grotesca son los niveles de hipocresía del gobierno. Es como si Donald Trump le declarara la guerra a los desarrolladores inmobiliarios que llenan prisiones con personas que ocasionalmente alquilan una recámara en desuso en Airbnb.

Eso nos lleva de nuevo a Charles Grassley, quien es actualmente presidente del Comité Judicial del Senado, un veterano enemigo de las drogas y —durante los años 80— un partidario de los contras.

Incluso, Grassley da cuenta de que puede que la guerra contra las drogas haya tenido algunos defectos desde el principio. Recientemente ha copatrocinado un proyecto de ley que reduce las penas mínimas por delitos relacionados con las drogas. Así que ahora que el History Channel ha concedido a Grassley su deseo y transmitido esta historia extraordinariamente importante, es nuestro trabajo asegurarnos de que él y todos como él se sienten y la vean.

Que esta serie exista demuestra que estamos en un punto de inflexión contra esta mentira descarada y catastrófica. Tenemos que empujar lo suficiente para derribarla.

Traducción: Carlos Morales.

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