Oaxaca, diferente a SLP
Campesinos en protesta
Asomo militar en el DF
Julio Hernández López / Astillero
No es poca cosa (aunque no suficiente, ni realmente justiciera) que un arzobispo mexicano (a su regreso de la visita que cada cierto número de años hacen los jefes de cada diócesis para informar al Papa sobre la situación de cada lugar) pida públicamente perdón a las víctimas de abuso sexual cometido por un encumbrado sacerdote, Eduardo Córdova Bautista, quien ya ha sido dado de baja del servicio religioso y tiene abierta una sesgada causa penal en San Luis Potosí, en la que, por ejemplo, el procurador de Justicia del estado, Miguel Ángel García Covarrubias, ha anunciado que citará a declarar a los anteriores arzobispos que conocieron de esos actos de pederastia y no los denunciaron, lo que podría significar la comisión del delito de encubrimiento (nota de Samuel Estrada en La Jornada San Luis, http://bit.ly/1hK4CGq) y debería alcanzar a Alfonso Szymanski y a Luis Morales Reyes. Ya se verá si de verdad ese lánguido gobierno potosino es capaz de actuar contra esos encubridores tan intocables o todo se reduce a juegos de apariencias.
La petición de perdón que ayer hizo ese arzobispo, Jesús Carlos Cabrero Romero, y la consignación judicial de quien había sido el cura favorito de buena parte de los segmentos socioeconómicos dominantes de la capital potosina, constituyen una obligada maniobra de control de daños de la cúpula clerical ante el escándalo desatado al develarse la versión hasta entonces soterrada de que Córdova Bautista había abusado de decenas de adolescentes y jóvenes, varios de ellos pertenecientes a ese sector pudiente. El pederasta había tenido especial trato político por parte del gobernador del estado, Fernando Toranzo Fernández, tan indolente e ineficaz en el resto de sus obligaciones públicas, y de su esposa ejecutiva.