Luego de Michoacán
Estrategia federal
Egidio, una tragedia
Julio Hernández López / Astillero
Luego de que el comisionado Castillo ha creído encontrar la solución al problema de los templarios y los autodefensas en algún resquicio del colchón michoacano de las fuerzas rurales (con el comandante Papá Pitufo como nuevo personaje de la fantasía gubernamental), Los Pinos se dispone a trasladar su costosa caravana de provisionales salvaciones a domicilio a la atribulada Tamaulipas (Mataulipas, en la neohabla de aquella entidad), donde lleva años vagando una figura a la que la literatura oficial denomina gobernador del estado, Egidio Torre Cantú, un personaje de redituable tragedia, no sólo por la manera mediante la cual fue improvisado como relevo de su hermano Rodolfo, asesinado cuando faltaban seis días para que lo hiciera gobernador el priísmo de museo que ganaba elecciones casi de carro completo y con marrullerías aplastantes, sino, sobre todo, por la manera abandonada, huidiza y cómplice en que ha permitido que en toda la geografía tamaulipeca sean los cárteles locales en pugna (el del Golfo y los Zetas) y otros en busca de hacerse de parte del mercado regional quienes verdaderamente gobiernen y quienes han sumido a la población en el terror cotidiano.
Fausto Vallejo sigue formalmente como gobernador de Michoacán, aunque ha sido groseramente desplazado por el ya citado comisionado Castillo, porque así conviene a los intereses del PRI, a los electorales venideros (explícitos, en busca de la próxima gubernatura) y a los de financiación electoral federal de 2012 (siempre necesitados de encubrimiento). En Tamaulipas, Egidio Torre Cantú fue designado candidato de última hora para impedir que el calderonismo aprovechara el asesinato del hermano Rodolfo, dividiera al priísmo local entre sospechas y acusaciones cruzadas, y cancelara los comicios que el PAN tenía irreversiblemente perdidos. Y por ese mismo interés priísta se ha mantenido en el poder a Egidio, el gobernador políticamente secuestrado, dedicado compensatoriamente a ver que el dinero público alimente riquezas particulares.