Jesusa Cervantes
Un año y cuatro meses bastaron para que el equipo político peñista empezara a cumplir con las expectativas de Estados Unidos: mover piezas, limpiar el camino, permitir la entrada de nuevos jugadores político-empresariales y, de paso, acabar con magnates enriquecidos al amparo del panismo.
Cuando el panismo arribó a la Presidencia de la República, sus representantes se engolosinaron con lo fácil que resultaba hacer negocios en grande, de ahí en adelante crearon una nueva clase empresarial complaciente con los políticos surgidos del PAN.
Así, el partido de Vicente Fox y Felipe Calderón otorgó permisos, concesiones, licitó en favor de empresarios de medio pelo y creó mafias del petróleo, zares de los casinos y demás.
Con el regreso del PRI a Los Pinos se retomaron viejos planes truncados por 12 años: las reformas impensables en ciertos sectores, como el energético. Pareciera que el partido de Peña Nieto se dio cuenta que en estos tiempos no basta el poder político para tener más dominio sobre el país y más allá de sus fronteras: se requiere el político-empresarial.