Profeco, sacrificio
Granier y el clóset
SNTE: EPN al revés
Julio Hernández López / Astillero
Si el hilo de las complicidades se rompe por lo menos importante, entonces el peón Humberto Benítez se ha sacrificado para que sigan adelante el Rey de los Pinos, la reina Sedesol, el alfil sindical de Pemex y otras piezas realmente importantes en el tablero político-electoral (hasta un vestuario tabasqueño de excesos, supuestamente concebido al tenor del exceso de copas, da al mexiquense caído las gracias por llevar la atención pública a otros foros).
Fue una jugada de priísmo clásico: primero se echó a los leones mediáticos a un cuarteto de casi anónimos subordinados a los que se suspendió provisionalmente para darle curso a alguna farsa justiciera menor, luego la secretaría encubridora de las disfunciones públicas expidió un irónico certificado de presunta inocencia al papá que se refugiaba entre presuntas incapacidades médicas y decía que nunca había pensado siquiera en renunciar, y al final apareció la espada justiciera del jefe máximo (pero no Bistrot) que a pesar de todas las suposiciones de que no atiende las demandas populares tuvo a bien intervenir para decapitar administrativamente a su amigo, paisano y promotor, a quien en todo caso habrán de llegar nuevos favores en terrenos judiciales o diplomáticos, por imaginar algunos ejemplos.