Levantones, anuncio
Izquierda y corrupción
Hora de Mancera
Julio Hernández López / Astillero
No es la primera señal, pero sí la más descomunal y sugerente. En una de las céntricas zonas emblemáticas de la capital del país han sido levantados 11 jóvenes (terminología que no por sugeridamente prohibida por las autoridades federales para su uso mediático deja de ser exacta y vigente) que, según las declaraciones de familiares, son avecindados en el famoso barrio de Tepito (al que de paso se está sometiendo a un reforzamiento clasista de estigma).
La aparición de un comando de hombres armados y encapuchados, que en rápida acción se llevó consigo a un nutrido grupo de personas de un lugar público, es el timbre de recepción en la ciudad de México a un fenómeno que en el resto del país lleva largos años de cultivada presencia. Hasta ahora, a contracorriente de lo que sucede por doquier en este México desfondado no solamente en materia de seguridad pública, la capital del país parecía orgullosamente exenta de fenómenos de ese calado, aunque indicios no faltaban del asentamiento progresivo de bandos, con sus bélicos jefes al frente. El lugar más seguro, solía decirse, era el Distrito Federal, a despecho de la fama ganada durante décadas en sentido adverso en una ciudad donde se han mantenido los índices delictivos del pasado clásico, pero sin los agregados barbáricos que son advertibles actualmente en otras latitudes, sobre todo las norteñas.