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Aguirre y su retórica
Periodistas en protesta
Julio Hernández López / Astillero
La placidez en las alturas no puede esconder las turbulencias sociales. No todo es ni puede ser el Pacto por México, signado por dirigentes partidistas cupulares que juegan efímeramente a ser oposición para luego conformarse con los nuevos arreglos (el blindaje prometido a Madero y Zambrano en materia de uso electoral de los recursos asistenciales). Enrique Peña Nieto podrá presumir a Barack Obama las fórmulas de cooptación de opositores y la sustitución del proceso legislativo por los convenios partidistas previos, pero no podrá ocultar el agravamiento del fracaso institucional en casos como Guerrero y Michoacán, por citar lugares donde la protesta de ciertos segmentos sociales ha desbordado la capacidad gubernamental y ha rozado peligrosamente los linderos de la violencia generalizada.
Ayer, por ejemplo, el gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre, rindió su segundo informe bajo la amenaza de movilizaciones en su contra que para ser inhibidas necesitaron un gran despliegue de fuerzas policiacas y militares. Sin embargo, en esa tesitura del viejo priísmo que cree combatir la realidad mediante frases presuntamente solemnes (un especialista, desempolvado, es el sentencioso Emilio Chuayffet), Aguirre aseguró que la impunidad y el daño hacia la sociedad no pueden ser de ninguna manera negociados o consentidos, y aseguró que no permitirá el rompimiento del estado de derecho (que, según múltiples versiones, ha sufrido fracturas múltiples).