Arnaldo Córdova
La iniciativa de reforma laboral que presentó Calderón está, por lo que puede verse, a punto de irse a la congeladora. Detrás de ello no pueden dejar de observarse los juegos sucios que los grandes aliados, el PRI y el PAN, suelen hacerse mutuamente. En un principio, pareció que panistas y priístas iban a arrollar cualquier oposición al proyecto calderonista, pues el futuro presidente, según todos los indicios, estaba totalmente de acuerdo con la propuesta. Algo falló en el intento, pues de repente surgió un gran desacuerdo entre los aliados por cosas que sólo parcialmente fueron aclaradas y que no se limitaron, como algunos supusieron, al tema de la democracia y la transparencia sindicales.
Cuando el acuerdo parecía ser total, los panistas en algún momento debieron haberse sentido traicionados (algunos de ellos dijeron que estaban siendo usados desvergonzadamente). Es probable que, ya desde la discusión en torno a la subcontratación, ellos hayan reparado en que los términos en que se estaban modificando los artículos respectivos venían a infringir lo que había sido acordado con los voceros de la patronal: outsourcing sin medios términos y sin restricciones. Las modificaciones al articulado no les satisfacían y, sin embargo, tuvieron que aceptarlas.
En el artículo 15-A se establece que la subcontratación: a) No podrá abarcar la totalidad de las actividades, iguales o similares en su totalidad, que se desarrollen en el centro de trabajo; b) Deberá justificarse por su carácter especializado; c) No podrá comprender tareas iguales a las que realizan el resto de los trabajadores al servicio del contratante. Para rematar, el artículo 15-D dispone: No se permitirá el régimen de subcontratación cuando se transfieran de manera deliberada trabajadores de la contratante a la subcontratista con el fin de disminuir derechos laborales”.