Alega que obstaculizan su desarrollo emocional porque ahoga sus sueños
Rafael de la Garza Talavera / Colectivo La Digna Voz
El enorme desprestigio del que gozan los partidos políticos ha sido visto como un problema técnico y no como un agotamiento de la democracia liberal y sus jugadores estrella. Por eso se insiste en mejorar la legislación para que los partidos respeten la democracia interna y los derechos de sus afiliados. Se hacen llamados a la honestidad y se elaboran códigos de ética con la ilusión de que las burocracias partidistas recuperen el camino perdido. Pero si la democracia liberal ha demostrado su verdadera naturaleza los partidos nada pueden hacer para mejorar su imagen o su capacidad de movilización. Para que la democracia liberal deje de serlo deberá divorciarse de los partidos políticos y empezar a imaginarse más allá de los partidos.
En esta discusión con respecto a la relación (¿marital?) entre la democracia y los partidos políticos, algunos estudiosos sugieren que sus transformaciones obedecen a una evidente cambio de la misión de los partidos, pero sin negar su estrecha relación con la democracia; otros a la necesidad de separar ambos conceptos, evitando asumir como dogma que no hay democracia sin partidos -que de acuerdo a David Hume, uno de los pilares del liberalismo político, son un mal necesario, gracias a la naturaleza del hombre. En todo caso son un mal necesario para el estado liberal ya que eventualmente el voto universal ha resultado, a veces, contraproducente con los intereses de sus creadores. En general las elecciones confirman los candidatos elegidos por unos cuantos pero para el liberalismo la tiranía de las mayorías aplasta la libertad individual y por ende la democracia debe ser ‘administrada’. para que sirva como propaganda y no como trampolín para los habitantes comunes y corrientes de la república.