sábado, enero 15, 2011

¿Sacudirnos el miedo, señor Blake?

Álvaro Cepeda Neri

Los más prominentes calderonistas cerraron el año con declaraciones rimbombantes. El señor Chávez y Chávez, enésimo titular de la PGR, bien que recurrió a los reporteros para su monólogo, por medio del cual justificó, con muy pocas explicaciones (mientras se hacía el sordo cuando le preguntaron sobre las negativas a las peticiones de información que le hace el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública), la pésima actuación, por culpa de él, de los Ministerios Públicos Federales o su parcialidad para favorecer a los gobernadores panistas; ¿un ejemplo?: los que están en Sonora al servicio incondicional de Padrés Elías. El doble Chávez mintió cuando dijo que en los cuatro años de Calderón, solo pasan de 30 mil los, no simplemente muertos (¡y es abogado y ministerio público!), sino que realmente pasan de 60 mil los homicidios entre delincuentes que se hacen justicia por su propia mano, y soldados y policías.

El cuarto titular de Gobernación: Blake Mora (muy bien comido por lo que se ve: un peso completo y es por los funcionarios federales por los que hay que empezar a ejecutar la campaña contra la obesidad), también salió con su cantaleta de que los mexicanos debemos tomar parte en el combate al narcotráfico y sus ramas. En vísperas navideñas, soltó lo de que los ciudadanos debemos sacudirnos el miedo (Reforma, Excélsior, La Jornada: 17/XII/10). Rompió la piñata y, en lugar de entonar villancicos, pidió posada con su exigencia reclamando que le entremos a denunciar delincuentes, mandándonos a su guerra sin rifle. Ignora que los que dan informes semejantes, de inmediato son fichados por la delincuencia y sus sicarios toman venganza.

Blake, bajacaliforniano, panista, calderonista y, en una de esas hasta candidato del PAN por la sucesión presidencial (pues no hacen roncha ni Creel ni Vázquez Mota, ni Cordero, ni Lujambio y mucho menos Molinar… la caballada de Calderón están peor que él y Fox, además de que los electores dispuestos a votar no quieren hacerlo por los panistas), ha estado muy activo, obviamente por órdenes presidenciales, para convocarnos a tomar parte activa en la lucha contra lo que es ya terrorismo y frente al cual la estrategia de Calderón (concedámosle un regalo de año nuevo) ha dado muy poco resultado. El avispero de los capos se expande ameanazadoramente contra el gobierno federal y sienta sus reales en la capital del país.

¿Sacudirnos el miedo? Blake Mora no sabe lo que dice y si lo sabe, está peor, ya que los ciudadanos, en primera, no tienen porqué intervenir y si uno que otro lo hace por las recompensas, no significa que tengamos esa obligación. Constitucionalmente, el Estado a través de sus órganos debe cuidar de la paz pública y perseguir a quienes cometen delitos para hacerles las imputaciones penales. Sí, los mexicanos no solamente tenemos miedo, también pánico y angustia, porque estamos como el jamón del emparedado: a dos fuegos; son los gobernantes quienes deben actuar y como les dijeron, estando Calderón presente: si no pueden… renuncien.

Alimentos por las nubes

Carlos Fernández-Vega / México SA

Alimentos por las nubes
Crece la dependencia
Importación al alza


Los industriales agrupados en la Canacintra han tenido la gentileza de notificar a los consumidores que preparan un incremento de entre 2 y 3 por ciento en el precio de alimentos y bebidas, resultado del alza en las materias primas y los energéticos, como gasolina, electricidad y gas. Lo anterior, de acuerdo con el presidente del organismo, Sergio Cervantes, porque en la medida en la que nos aumenten los combustibles, tenemos que reflejarlo en el precio de venta y no podemos esperar. Hay muchas empresas que están prácticamente al día; si nos incrementan las materias primas tenemos que elevar forzosamente los precios.

Excelente noticia para los agujereados bolsillos de los mexicanos en este año de la contundente recuperación de la economía (ver México SA de ayer), pero los industriales no pueden llamarse sorprendidos, porque la respuesta del gobierno mexicano la dio, nada más arrancando 2011, el secretario de Hacienda, Ernesto Cordero, y la ratificó el flamante secretario de Energía, José Antonio Meade: los gasolinazos no sólo continuarán, sino que se eternizarán. Sin embargo, Cervantes insistió en que tenemos que ponernos a platicar porque (las alzas) vienen no de nuestro país, sino del mercado internacional, como en el caso de la tortilla, que subió cuando se incrementó el precio internacional del maíz (La Jornada).

Enero de 2011, pues, inicia igual que en años anteriores: con una brutal escalada de precios, y con la misma respuesta del gobierno federal: no hay justificación para aumentos desproporcionados; existe capacidad productiva disponible, hay suficiente abasto nacional, el incremento al salario mínimo fue consistente con las expectativas inflacionarias y porque la debilidad del dólar abaratará las importaciones.

Cada cual defiende su trinchera, pero de cualquier forma los consumidores pagan por los platos rotos, quienes ya no sienten lo duro, sino lo tupido. Lo cierto es que de tiempo atrás el gobierno mexicano vio en el mercado internacional la solución de todos los problemas nacionales, de tal suerte que se olvidó de estructurar una política financiera e industrial interna, que estimule y aproveche esa capacidad instalada ociosa que ahora reivindica, que procure créditos accesibles –en tiempo y costo–, que evite que esos mismos industriales se conviertan, como muchos lo han hecho ante la cruda realidad, en simples importadores de productos, y que cuide los intereses de los consumidores, quienes son, al final de la cadena productiva, los que peor parte llevan en calidad y precio.

Es inconcebible que en un país como México, donde tres décadas atrás se producía prácticamente de todo –en el campo y en la industria– y se promovía el desarrollo industrial para ser considerado como potencia industrial, el único sector que registra un crecimiento medianamente aceptable y constante sea el de los servicios: mataron aquel sueño de potencia industrial, para promover una realidad de simple mayordomo de los intereses foráneos, con la práctica de que internamente cada quien se rasque con lo que pueda, si puede.

Entre otras grandes decisiones, por ejemplo, el gobierno mexicano optó por olvidarse del campo nacional e importar cada día más alimentos, en la creencia de que esa era la solución y fuente de no pocos negocios privados. En lo segundo acertó, pero a cambio de que la panza de la nación pasara a depender no de los productores nacionales, sino de los especuladores del mercado de Chicago y de un selecto grupo de trasnacionales que entre otras cosas imponen precios, de tal suerte que el estómago nacional depende cada día más de factores externos, pretextando asuntos de globalidad, cuando en los hechos se trata de un asunto de seguridad nacional.

En este contexto, México dejó de producir alimentos para su población, porque era más importante exportar brócoli, espinacas y acelgas. El llamado gobierno nacional creyó que era prioritario vender aguacates y jitomates en el mercado foráneo que garantizar la dieta nacional con productos nacionales, porque todo lo demás se compraba en el mercado internacional, especialmente en el vecino del norte. Desde luego que tal decisión se ha reflejado en el campo nacional y en el miserable ingreso campesino, a la par que en las jugosas y crecientes utilidades de las grandes empresas agroexportadoras. Para no ir más lejos, México importa chiles de China.

De acuerdo con la propia Secretaría de Economía, la Sagarpa reporta que la producción agrícola en 2010 será superior al año anterior debido a las buenas condiciones del temporal y al incremento de la productividad en el campo, lo que permitirá atender las necesidades de abasto nacional. Para el cierre de 2010 se anticipan aumentos en la producción de granos (16.6 por ciento), hortalizas (7.3), cultivos industriales (2.2), forrajes (4.1) y frutas (3.1), comparado con el año agrícola anterior. Para 2011 también hay buenas perspectivas. Se espera que la producción agrícola se ubique 3.3 por ciento por arriba de la cifra de cierre esperado para el año agrícola de 2010. Para el maíz se estima un aumento de 4 por ciento (25.2 millones de toneladas, blanco y amarillo). En trigo, se prevé una recuperación de la producción de 10 por ciento.

Lo cierto es que la producción interna de alimentos ni de lejos alcanza para cubrir la demanda nacional: indicadores oficiales revelan que en los últimos 15 años México incrementó 400 por ciento las importaciones de alimentos, para lo cual se erogaron alrededor de 180 mil millones de dólares. Para dar una idea, en 1980 México importaba 27 por ciento del consumo nacional de arroz; hoy, 75 por ciento. En igual lapso, 18 por ciento del maíz (actualmente 25 por ciento) y 10 por ciento de trigo (42 por ciento en 2010). La importación de carne en canal bovino se incrementó 281 por ciento de 1990 a 2010; la de porcino, 378 por ciento; la de aves, mil 35 por ciento; la de huevo, 185 por ciento, y así por el estilo.

En 2010, comparado con 2009 (información del Inegi), México importó cinco veces más de carne respecto de la que exportó. En el mismo ejercicio, seis tantos más de leche, lácteos, huevo y miel; 12 veces más de cereales; 3.6 veces más de productos de molinería; 30 veces más de semillas y frutos oleaginosos, frutos diversos; nueve veces más de grasas animales o vegetales y tres veces más de preparaciones de carne y animales acuáticos. En cambio, exportó 11 tantos más de hortalizas con respecto de lo que importó.

Las rebanadas del pastel

Alabado sea el Señor y la Iglesia que dice representarlo: ahora beatificarán a un protector de pederastas.

La batalla por los migrantes

Lydia Cacho / Plan B

Adolescentes paraguayas como esclavas sexuales en elegantes bares de Cancún, albañiles nicaragüenses construyendo edificios en Tabasco, mujeres hondureñas limpiando casas en Mérida, miles de guatemaltecos asentados en Campeche en un remedo de sus pueblos de origen. Miles de cubanos desde la Riviera Maya hasta Veracruz haciendo un poco de todo.

Desde Panamá y Costa Rica miles suben por Centroamérica, hasta cruzar por Quintana Roo y Chiapas en busca de trabajo en el comercio informal. Nunca como ahora habíamos visto con tal claridad el flujo migratorio de Centroamérica y el Caribe hacia México. Y lo hemos conocido por los ataques brutales de la delincuencia organizada. Ya conocíamos los dramas individuales que viven estas personas gracias a la valentía de un puñado de activistas pro-inmigrantes que rescatan cada año a miles de personas. Entre ellos el padre Alejando Solalinde en Oaxaca, quien ha sido un ejemplo de tesón contra la corrupción institucional.

Lo cierto es que la autoridad mexicana no ha sido capaz de entender y menos resolver las complejidades del problema. A lo largo de un siglo México ha permitido el flujo silencioso de personas de estos países en una suerte de hermandad implícita.

Mientras investigaba las rutas mundiales de tráfico de personas, entrevisté a muchos agentes migratorios de diversos países. En México, para la mayoría de los agentes sureños del INM, dejar pasar ilegalmente a personas de América Central no representa un problema ético, hay una suerte de conmiseración real acompañada, en muchos casos, de una corrupción de facto. Es decir, si de cualquier manera van a cruzar, pues qué mejor que lo hagan de forma segura, por tanto, piensan, recibir un porcentaje de un traficante no representa un acto de inmoralidad, sino parte de un trámite paralelo. No consideran que cometen delitos (no pasan drogas, ni armas, sino personas desesperadas por una vida mejor); hay quienes incluso argumentan que es un acto humanitario (Hasta que caigan en manos de las mafias mexicanas más poderosas que nunca).

Aunque ciertamente las y los migrantes huyen de la pobreza extrema, de la violencia generada por el narcotráfico, escapan de maridos y padres violentos o van en busca de familiares que viven en Estados Unidos, el problema es mucho más complejo. No son lo mismo los migrantes que salen de sus países buscando un futuro mexicano, donde miles de sus connacionales viven, que los transmigrantes que cruzan para llegar a Estados Unidos o Canadá, o que quienes de plano buscan refugio en nuestro país huyendo de la violencia fronteriza de las Maras y los Zetas. No son lo mismo las víctimas de traficantes de indocumentados abusivos, que las víctimas de trata de personas (aunque muchas de las que buscan polleros pasan por la explotación de tratantes sexuales en prostíbulos transfronterizos).

Desde fines del siglo XIX los cafetaleros de Chiapas convirtieron a ese estado en el centro laboral para indocumentados guatemaltecos. En 1974 el gobierno mexicano dio cuenta por primera vez de la enorme población salvadoreña que habitaba la capital de México y sólo entonces se creó la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) y la ONU hizo presencia con la ACNUR, para proteger a las y los refugiados que cruzaban la frontera y que vivían en condiciones deplorables en campamentos de miseria en la frontera mexicana. Durante décadas habíamos mirado para otro lado cuando se hablaba de la migración centroamericana, asumiendo que éramos un mero territorio de paso.

Lo cierto es que este problema apenas comienza a mostrar su verdadero rostro. Ya la CEPAL había advertido que la crisis económica de Centroamérica en 2009 tendría serias repercusiones en los años por venir. La disminución de remesas, la baja en inversión extranjera por la crisis económica de los países inversionistas, aunada a la explosión de la delincuencia organizada, particularmente a los cárteles desde Colombia hasta México, prometían flujos de migrantes hacia el norte. Lo que olvidamos, o al menos lo olvidó el Instituto Nacional de Migración, es que el Norte somos nosotros, no solamente Estados Unidos y Canadá.

Durante años los gobiernos de Chiapas, Oaxaca, Puebla, Veracruz y Quintana Roo avalaron la explotación de migrantes y transmigrantes, otorgaron impunidad a las redes de traficantes, tratantes y secuestradores, ahora tomadas por los Zetas y otros cárteles. No hubo autoridad federal que les exigiera cuentas y que escuchara a la CEPAL.

Conocí a un centenar de hombres y mujeres expertos en Derechos Humanos que se han especializado en Trata de personas y trabajan en el INM, su honestidad y compromiso no bastan, el problema les rebasa por la derecha. Está claro que el presidente se equivocó cuando entregó la titularidad de Migración a Cecilia Romero como una concesión a los grupos de derecha, haciendo abstracción total de la importancia estratégica que éste Instituto tendría en el sexenio. Otra vez nos enfrentamos a un problema heredado de décadas de impunidad priista y fortalecido por la debilidad federal del sexenio panista. Estamos frente a una bomba de tiempo capaz de desestabilizar al sureste mexicano. Tras la crisis de Derechos Humanos de migrantes hay un asunto de Seguridad Nacional que no puede soslayarse, y está claro que la colaboración de la Sociedad Civil será determinante en este caso.

Evolución o colapso

Opinión Invitada: Santiago Roel III

Los sistemas complejos tienen puntos de quiebre en donde la presión se vuelve tan álgida que lleva un punto crítico en donde el sistema evoluciona hacia un nuevo orden o se colapsa. Es una bifurcación en términos de teoría del caos.

La violencia es sólo un síntoma más de que el sistema ha llegado a ese punto de quiebre, pero no es el único. Desde hace más de 15 años no vemos cambios relevantes en México. Las reformas necesarias para impulsarnos hacia la competitividad, el crecimiento económico y el fortalecimiento de la clase media se nos atoran. Somos un país que se ha olvidado de innovar en la empresa, en el gobierno, en la educación y en la política.

Volteamos a ver con sorpresa cómo el mundo avanzó y nosotros nos quedamos atrás; de ser un ejemplo positivo, ahora el mundo nos ve absortos en un modelo político-económico estancado, conflictivo e improductivo. Seguimos en la ilusión de que somos un país rico en recursos, historia y geografía, cuando en verdad somos pobres en sistema, creatividad y futuro.

La falta de empleo y oportunidades para los jóvenes se manifiesta en éxodo a Estados Unidos y en violencia. El Ejército no puede revertir esto aunque haga una labor heroica; es sólo un paliativo para intentar contener, pero todos intuimos que las propuestas deben ser integrales, holísticas y de largo plazo.

Si no hacemos nada el sistema se seguirá colapsando: menos inversión, competitividad y crecimiento. Mayor temor, ineficacia y corrupción. Reacción en lugar de prevención. Quizá hasta el colapso generalizado con un costo social tremendo.

La otra opción es tomar decisiones y evolucionar. ¿En qué puede consistir la evolución? Aquí van algunos elementos.

Se requiere un nuevo orden político. Un sistema que logre mejores decisiones, más acordes con el bien de todos, no el de los privilegiados. No podemos seguir siendo controlados por los monopolios de la comunicación, de la educación, de la energía, y de los partidos políticos.

Los privilegiados han agotado su momento. Es imposible pretender controlar al País a puerta cerrada y a costa del bien común. El único poder que puede enfrentarlos es el de los ciudadanos y para ello requerimos abrir los procesos de toma de decisiones. Por ello es importante facilitar el flujo de la información. Tenemos mucho que avanzar en rendición de cuentas y en sistemas de participación ciudadana.

La verdad es un atractor hacia el buen gobierno. Los sistemas que toleran y fomentan la verdad son fuertes; los que la combaten o la simulan son débiles. Esto se aplica en todos los órdenes: personal, familiar, empresarial y político. Sin este atractor no podemos evolucionar. Por ejemplo, los programas de rehabilitación empiezan con aceptación.

Debemos, igualmente, entender que los sistemas complejos se autoordenan, no se controlan. El afán de control es una ilusión que hace mucho daño y ésa es justamente la intención de quien busca algún privilegio. Los sistemas administrativos o políticos que buscan el control intentan la dominación de unos sobre otros. El universo se autoordena, no se controla. ¿Cómo lo logra? Con información e intención.

La intención -por tanto- tiene que ser de paz, de aceptación, de compasión, de equidad, de racionalidad y de bienestar genuino para todos. La intención es un resultado deseado y se convierte en una visión de futuro que integra a todos. Si la intención no tiene este grado de conciencia, la información y las decisiones se desvirtúan.

Sabemos que los políticos se ubican en un nivel de conciencia más bajo, generalmente en el orgullo y en el afán de control; el sistema debe ser capaz de contrarrestar esta intención de baja frecuencia para llegar al autoordenamiento.

Es decir, un sistema a prueba de políticos porque es vigilado por ciudadanos a cargo del bien común.

Así evoluciona el universo y así debe evolucionar nuestro modelo político. Los detalles no son relevantes, pues cuando los grandes trazos están en concordancia con las leyes universales, la información se alinea con la intención y las acciones con la información.

La elección que debe ocuparnos entonces, no es la del 2012, sino ésta: evolución o colapso.

El autor es especialista en sistemas de calidad de gobierno y creador del Semáforo del Delito.