sábado, abril 10, 2010

Narco y medios

José Gil Olmos

La reciente crónica del periodista Julio Scherer García a Ismael El Mayo Zambada --uno de los narcotraficantes más buscados del país y de Estados Unidos--, desató una polémica en los medios y un sector de la sociedad como hacía tiempo no se veía.

Alrededor de este encuentro se han vertido opiniones de todo tipo en radio, televisión y prensa escrita de México y algunos países, favoreciendo o denostando lo publicado en la revista Proceso.

Una buena parte del debate se centró en la fotografía de ambos personajes que ilustraron la portada de la edición 1744 de Proceso. Otras opiniones, igualmente encontradas, se construyeron a partir de las preguntas que no respondió el sinaloense y que Scherer planteó desde el principio del encuentro, es decir, en la entrevista que no se hizo.

Y, en menor grado, el debate se dio en el contenido del trabajo periodístico, cuando este punto es donde tendría que haberse centrado la discusión por los alcances, no sólo periodísticos, sino sociales y políticos que tienen las declaraciones de un personaje como El Mayo Zambada con 40 años en el negocio del narcotráfico.

La discusión sobre la imagen se centró en que no era pertinente (ético y hasta moral) que el periodista se dejara fotografiar con un delincuente y que éste ultimo lo abrazara como si fueran amigos.

El debate, sin embargo, llegó a un punto y se agotó porque, más allá de la forma, lo importante de la imagen publicada era dar constancia, registro, y testimonio del encuentro, pues ha habido casos en la historia del periodismo en que se publican supuestas entrevistas con personajes que al final resultan ser falsas.

Además, no se toma en cuenta que, gracias a esas dos fotos publicadas en Proceso, se tiene una imagen más fresca de un personaje que no se había mostrado así con anterioridad.

Algo similar ocurrió con aquellos que condenaron que el periodista aceptara el encuentro con el narcotraficante alegando una falta de ética y señalando que se convertía en “portavoz” de El Mayo.

El argumento se agotó casi de inmediato porque no tiene sustento, pues el “portavoz”, por definición, es quien recibe un salario o favores para trasmitir un mensaje, y de eso está muy alejado Scherer que, en más de medio siglo como periodista, se ha mostrado independiente de toda fuente de poder.

Del contenido del encuentro, curiosamente, tres articulistas que durante el salinismo tuvieron un papel relevante como funcionarios e “intelectuales orgánicos”, José Carreño Carlón, Raúl Trejo Delarbre y Héctor Aguilar Camín, coincidieron en un punto en el que vale la pena detenerse: los tres aseguran que no había ningún contenido en la crónica de Scherer, alegando que no había nada nuevo en lo que dijo El Mayo Zambada.

En su intento por descalificar el trabajo periodístico de Scherer, los tres analistas olvidaron que El Mayo Zambada no es cualquier delincuente o narcotraficante, sino que se trata de un personaje relevante en el escenario nacional.

Después de vivir más de cuatro décadas del narcotráfico, sabe con toda certeza qué funcionarios, gobernantes, autoridades judiciales, periodistas, empresarios, sacerdotes y otros personajes están involucrados en este negocio millonario.

Habría que retomar, entonces, varias expresiones --no declaraciones como consideran algunos analistas-- de El Mayo en el encuentro con Scherer.

Por ejemplo, cuando dice que al Presidente lo engañan sus colaboradores; lo afirma porque seguramente sabe quiénes le están mintiendo, y por qué y para qué lo hacen.

Evidentemente no se trata de funcionarios de cuarta, sino de los primeros niveles de gobierno a quienes El Mayo identifica como mentirosos, pues “informan de avances que no se dan”.

Otro ejemplo es cuando señala que la “guerra” de Calderón contra el narco está “perdida”. No se trata de una declaración, sino de una afirmación y la sustenta cuando señala que si lo agarran o lo matan, ya está listo quién lo sustituya.

No sólo eso, sino que también expone una situación que como sociedad tendríamos que estar debatiendo de manera autocrítica:

“El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? (…) El narco está en la sociedad, arraigado en la corrupción (…) Si me atrapan o me matan, nada cambia”.

Lo que confiesa uno de los jefes del narcotráfico es que, en parte gracias a esa actitud cómplice de la sociedad mexicana, el negocio de las drogas ha prosperado de manera impresionante, y también por supuesto gracias a la connivencia de las autoridades.

Otro punto más es cuando confiesa que lleva más de 40 años en el negocio y que sigue moviéndose libremente. Esto, evidentemente, puede hacerlo gracias a que ha aceitado la máquina de la corrupción oficial con miles de millones de pesos en todo este tiempo.

Más allá de las reacciones, algunas de ellas bizarras por envidias y enconos, un aspecto importante que ha aportado la exclusiva de Scherer con El Mayo Zambada es el debate que ha alcanzado a un sector importante de la sociedad cuestionando el papel de los medios ante el poder del narcotráfico.

Este es quizá el aporte más importante del trabajo periodístico del fundador de la revista Proceso: provocar la discusión entre distintos sectores de la sociedad sobre un problema que difícilmente terminará, como es el narcotráfico.

Debatir qué se ha hecho y qué se puede hacer y, sobre todo, realizar una autocrítica del papel que tiene el narco en la vida nacional y cómo ha reaccionado la sociedad frente a este poder que ha rebasado al propio Estado mexicano.

Proceso en la guarida de "El Mayo" Zambada

Julio Scherer García (versión íntegra)

Una expresión de Julio Scherer García ha quedado grabada con hierro candente, entre muchas otras, en quienes colaboramos con él. “Si el Diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos…”. En el mayor de los sigilos, bajo la exigencia de reserva absoluta que él respetó y respeta, el fundador de Proceso fue convocado a encontrarse con Ismael El Mayo Zambada. “Tenía interés en conocerlo”, le dijo el capo del cártel de Sinaloa, colega y compadre de El Chapo Guzmán. En el encuentro, que terminó en puntos suspensivos, El Mayo Zambada dejó un reto: “Me pueden agarrar en cualquier momento… o nunca”.

Un día de febrero recibí en Proceso un mensaje que ofrecía datos claros acerca de su veracidad. Anunciaba que Ismael Zambada deseaba conversar conmigo.

La nota daba cuenta del sitio, la hora y el día en que una persona me conduciría al refugio del capo. No agregaba una palabra.

A partir de ese día ya no me soltó el desasosiego. Sin embargo, en momento alguno pensé en un atentado contra mi persona. Me sé vulnerable y así he vivido. No tengo chofer, rechazo la protección y generalmente viajo solo, la suerte siempre de mi lado.

La persistente inquietud tenía que ver con el trabajo periodístico. Inevitablemente debería contar las circunstancias y pormenores del viaje, pero no podría dejar indicios que llevaran a los persecutores del capo hasta su guarida. Recrearía tanto como me fuera posible la atmósfera del suceso y su verdad esencial, pero evitaría los datos que pudieran convertirme en un delator.

Me hizo bien recordar a Octavio Paz, a quien alguna vez le oí decir, enfático como era:

“Hasta el último latido del corazón, una vida puede rodar para siempre.”

Una mañana de sol absoluto, mi acompañante y yo abordamos un taxi del que no tuve ni la menor idea del sitio al que nos conduciría. Tras un recorrido breve, subimos a un segundo automóvil, luego a un tercero y finalmente a un cuarto. Caminamos en seguida un rato largo hasta detenernos ante una fachada color claro. Una señora nos abrió la puerta y no tuve manera de mirarla. Tan pronto corrió el cerrojo, desapareció.

La casa era de dos pisos, sólida. Por ahí había cinco cuadros, pájaros deformes en un cielo azuloso. En contraste, las paredes de las tres recámaras mostraban un frío abandono. En la sala habían sido acomodados sillones y sofás para unas diez personas y la mesa del comedor preveía seis comensales.

Me asomé a la cocina y abrí el refrigerador, refulgente y vacío. La curiosidad me llevó a buscar algún teléfono y sólo advertí aparatos fijos para la comunicación interna. La recámara que me fue asignada tenía al centro una cama estrecha y un buró de tres cajones polvosos. El colchón, sin sábana que lo cubriera, exhibía la pobreza de un cobertor viejo. Probé el agua de la regadera, fría, y en el lavamanos vi cuatro botellas de Bonafont y un jabón usado.

Hambrientos, el mensajero y yo salimos a la calle para comer, beber lo que fuera y estirar las piernas. Caminamos sin rumbo hasta una fonda grata, la música a un razonable volumen. Hablamos sin conversar, las frases cortadas sin alusión alguna a Zambada, al narco, la inseguridad, el ejército que patrullaba las zonas periféricas de la ciudad.

Volvimos a la casa desolada ya noche. Nos levantaríamos a las siete de la mañana. A las ocho del día siguiente desayunamos en un restaurante como hay muchos. Yo evitaba cualquier expresión que pudiera interpretarse como un signo de impaciencia o inquietud, incluso la mirada insistente a los ojos, una forma de la interrogación profunda. El tiempo se estiraba, indolente, y comíamos con lentitud.

Las horas siguientes transcurrieron entre las cuatro paredes ya conocidas. Yo llevaba conmigo un libro y me sumergí en la lectura, a medias. Mi acompañante parecía haber nacido para el aislamiento. Como si nada existiera a su alrededor, llegué a pensar que él mismo pudiera haber desaparecido sin darse cuenta, sin advertirlo. Me duele escribir que no tenía más vida que la servidumbre, la existencia sin otro horizonte que el minuto que viene.

“Ya nos avisarán –me dijo sorpresivamente–. La llamada vendrá por el celular.”

Pasó un tiempo informe, sin manecillas. ‘Paciencia’, me decía.

Salimos al fin a la oscuridad de la noche. En unas horas se cruzarían el ocaso y el amanecer sin luz ni sombra, quieto el mundo.

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Viajamos en una camioneta, seguidos de otra. La segunda desapareció de pronto y ocupó su lugar una tercera. Nos seguía, constante, a cien metros de distancia. Yo sentía la soledad y el silencio en un paisaje de planicies y montañas.

Por veredas y caminos sinuosos ascendimos una cuesta y de un instante a otro el universo entero dio un vuelco. Sobre una superficie de tierra apisonada y bajo un techo de troncos y bejucos, habíamos llegado al refugio del capo, cotizada su cabeza en millones de dólares, famoso como el Chapo y poderoso como el colombiano Escobar, en sus días de auge, zar de la droga.

Ismael Zambada me recibió con la mano dispuesta al saludo y unas palabras de bienvenida:

–Tenía mucho interés en conocerlo.

–Muchas gracias –respondí con naturalidad.

Me encontraba en una construcción rústica de dos recámaras y dos baños, según pude comprobar en los minutos que me pude apartar del capo para lavarme. Al exterior había una mesa de madera tosca para seis comensales, y bajo un árbol que parecía un bosque, tres sillas mecedoras con una pequeña mesa al centro. Me quedó claro que el cobertizo había sido levantado con el propósito de que el capo y su gente pudieran abandonarlo al primer signo de alarma. Percibí un pequeño grupo de hombres juramentados.

A corta distancia del narco, los guardaespaldas iban y venían, a veces los ojos en el jefe y a ratos en el panorama inmenso que se extendía a su alrededor. Todos cargaban su pistola y algunos, además, armas largas. Dueño de mí mismo, pero nervioso, vi en el suelo un arma negra que brillaba intensamente bajo un sol vertical. Me dije, deliberadamente forzada la imagen: podría tratarse de un animal sanguinario que dormita.

–Lo esperaba para que almorzáramos juntos–, me dijo Zambada y señaló la silla que ocuparía, ambos de frente.

Observé de reojo a su emisario, las mandíbulas apretadas. Me pedía que no fuera a decir que ya habíamos desayunado.

Al instante fuimos servidos con vasos de jugo de naranja y vasos de leche, carne, frijoles, tostadas, quesos que se desmoronaban entre los dedos o derretían en el paladar, café azucarado.

–Traigo conmigo una grabadora electrónica con juego para muchas horas–, aventuré con el propósito de ir creando un ambiente para la entrevista.

–Platiquemos primero.

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Le pregunté al capo por Vicente, Vicentillo.

–Es mi primogénito, el primero de cinco. Le digo “Mijo”. También es mi compadre.

Zambada siguió en la reseña personal:

–Tengo a mi esposa, cinco mujeres, quince nietos y un bisnieto. Ellas, las seis, están aquí, en los ranchos, hijas del monte, como yo. El monte es mi casa, mi familia, mi protección, mi tierra, el agua que bebo. La tierra siempre es buena, el cielo no.

–No le entiendo.

–A veces el cielo niega la lluvia.

Hubo un silencio que aproveché de la única manera que me fue posible:

–¿Y Vicente?

–Por ahora no quiero hablar de él. No sé si está en Chicago o Nueva York. Sé que estuvo en Matamoros.

–He de preguntarle, soy lo que soy. A propósito de su hijo, ¿vive usted su extradición con remordimientos que lo destrocen en su amor de padre?

–Hoy no voy a hablar de “Mijo”. Lo lloro.

–¿Grabamos?

Silencio.

–Tengo muchas preguntas–, insistí ya debilitado.

–Otro día. Tiene mi palabra.

Lo observaba. Sobrepasa el 1.80 de estatura y posee un cuerpo como una fortaleza, más allá de una barriga apenas pronunciada. Viste una playera y sus pantalones de mezclilla azul mantienen la línea recta de la ropa bien planchada. Se cubre con una gorra y el bigote recortado es de los que sugieren una sutil y permanente ironía.

–He leído sus libros y usted no miente–, me dice.

Detengo la mirada en el capo, los labios cerrados.

–Todos mienten, hasta Proceso. Su revista es la primera, informa más que todos, pero también miente.

–Señáleme un caso.

–Reseñó un matrimonio que no existió.

–¿El del Chapo Guzmán?

–Dio hasta pormenores de la boda.

–Sandra Ávila cuenta de una fiesta a la que ella concurrió y en la que estuvo presente el Chapo.

–Supe de la fiesta, pero fue una excepción en la vida del Chapo. Si él se exhibiera o yo lo hiciera, ya nos habrían agarrado.

–¿Algunas veces ha sentido cerca al ejército?

–Cuatro veces. El Chapo más.

–¿Qué tan cerca?

–Arriba, sobre mi cabeza. Huí por el monte, del que conozco los ramajes, los arroyos, las piedras, todo. A mí me agarran si me estoy quieto o me descuido, como al Chapo. Para que hoy pudiéramos reunirnos, vine de lejos. Y en cuanto terminemos, me voy.

–¿Teme que lo agarren?

–Tengo pánico de que me encierren.

–Si lo agarraran, ¿terminaría con su vida?

–No sé si tuviera los arrestos para matarme. Quiero pensar que sí, que me mataría.

Advierto que el capo cuida las palabras. Empleó el término arrestos, no el vocablo clásico que naturalmente habría esperado.

Zambada lleva el monte en el cuerpo, pero posee su propio encierro. Sus hijos, sus familias, sus nietos, los amigos de los hijos y los nietos, a todos les gustan las fiestas. Se reúnen con frecuencia en discos, en lugares públicos y el capo no puede acompañarlos. Me dice que para él no son los cumpleaños, las celebraciones en los santos, pasteles para los niños, la alegría de los quince años, la música, el baile.

–¿Hay en usted espacio para la tranquilidad?

–Cargo miedo.

–¿Todo el tiempo?

–Todo.

–¿Lo atraparán, finalmente?

–En cualquier momento o nunca.

Zambada tiene sesenta años y se inició en el narco a los dieciséis. Han transcurrido cuarenta y cuatro años que le dan una gran ventaja sobre sus persecutores de hoy. Sabe esconderse, sabe huir y se tiene por muy querido entre los hombres y las mujeres donde medio vive y medio muere a salto de mata.

–Hasta hoy no ha aparecido por ahí un traidor–, expresa de pronto para sí. Lo imagino insondable.

–¿Cómo se inició en el narco?

Su respuesta me hace sonreír.

–Nomás.

–¿Nomás?

Vuelvo a preguntar:

–¿Nomás?

Vuelve a responder:

–Nomás.

Por ahí no sigue el diálogo y me atengo a mis propias ideas: el narcotráfico como un imán irresistible y despiadado que persigue el dinero, el poder, los yates, los aviones, las mujeres propias y ajenas con las residencias y los edificios, las joyas como cuentas de colores para jugar, el impulso brutal que lleve a la cúspide. En la capacidad del narcotráfico existe, ya sin horizonte y aterradora, la capacidad para triturar.

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Zambada no objeta la persecución que el gobierno emprende para capturarlo. Está en su derecho y es su deber. Sin embargo, rechaza las acciones bárbaras del Ejército.

Los soldados, dice, rompen puertas y ventanas, penetran en la intimidad de las casas, siembran y esparcen el terror. En la guerra desatada encuentran inmediata respuesta a sus acometidas. El resultado es el número de víctimas que crece incesante. Los capos están en la mira, aunque ya no son las figuras únicas de otros tiempos.

–¿Qué son entonces? –pregunto.

Responde Zambada con un ejemplo fantasioso:

–Un día decido entregarme al gobierno para que me fusile. Mi caso debe ser ejemplar, un escarmiento para todos. Me fusilan y estalla la euforia. Pero al cabo de los días vamos sabiendo que nada cambió.

–¿Nada, caído el capo?

–El problema del narco envuelve a millones. ¿Cómo dominarlos? En cuanto a los capos, encerrados, muertos o extraditados, sus reemplazos ya andan por ahí.

A juicio de Zambada, el gobierno llegó tarde a esta lucha y no hay quien pueda resolver en días problemas generados por años. Infiltrado el gobierno desde abajo, el tiempo hizo su “trabajo” en el corazón del sistema y la corrupción se arraigó en el país. Al presidente, además, lo engañan sus colaboradores. Son embusteros y le informan de avances, que no se dan, en esta guerra perdida.

–¿Por qué perdida?

–El narco está en la sociedad, arraigado como la corrupción.

–Y usted, ¿qué hace ahora?

–Yo me dedico a la agricultura y a la ganadería, pero si puedo hacer un negocio en los Estados Unidos, lo hago.

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Yo pretendía indagar acerca de la fortuna del capo y opté por valerme de la revista Forbes para introducir el tema en la conversación.

Lo vi a los ojos, disimulado un ánimo ansioso:

–¿Sabía usted que Forbes incluye al Chapo entre los grandes millonarios del mundo?

–Son tonterías.

Tenía en los labios la pregunta que seguiría, ahora superflua, pero ya no pude contenerla.

–¿Podría usted figurar en la lista de la revista?

–Ya le dije. Son tonterías.

–Es conocida su amistad con el Chapo Guzmán y no podría llamar la atención que usted lo esperara fuera de la cárcel de Puente Grande el día de la evasión. ¿Podría contarme de qué manera vivió esa historia?

–El Chapo Guzmán y yo somos amigos, compadres y nos hablamos por teléfono con frecuencia. Pero esa historia no existió. Es una mentira más que me cuelgan. Como la invención de que yo planeaba un atentado contra el presidente de la República. No se me ocurriría.

–Zulema Hernández, mujer del Chapo, me habló de la corrupción que imperaba en Puente Grande y de qué manera esa corrupción facilitó la fuga de su amante. ¿Tiene usted noticia acerca de los acontecimientos de ese día y cómo se fueron desarrollando?

–Yo sé que no hubo sangre, un solo muerto. Lo demás, lo desconozco.

Inesperada su pregunta, Zambada me sorprende:

–¿Usted se interesa por el Chapo?

–Sí, claro.

–¿Querría verlo?

–Yo lo vine a ver a usted.

–¿Le gustaría…?

–Por supuesto.

–Voy a llamarlo y a lo mejor lo ve.

La conversación llega a su fin. Zambada, de pie, camina bajo la plenitud del sol y nuevamente me sorprende:

–¿Nos tomamos una foto?

Sentí un calor interno, absolutamente explicable. La foto probaba la veracidad del encuentro con el capo.

Zambada llamó a uno de sus guardaespaldas y le pidió un sombrero. Se lo puso, blanco, finísimo.

–¿Cómo ve?

–El sombrero es tan llamativo que le resta personalidad.

–¿Entonces con la gorra?

–Me parece.

El guardaespaldas apuntó con la cámara y disparó.

Invitación de Cortometraje Universitario "Hazficciarte"



Experto: provocó el sismo en Baja California deslizamiento de la península

Posponen hasta el 19 de abril regreso a clases en el valle de Mexicali

A. Heras y U. Gutiérrez


El terremoto de 7.2 grados en la escala de Richter ocurrido el domingo pasado en el valle de Mexicali pudo haber provocado un deslizamiento de la península de Baja California, reveló hoy Luis Mendoza Garcilazo, sismólogo del Centro de Investigación Científica y de Estudios Superiores de Ensenada (CICESE).

Según esta institución, la península se desliza en promedio cinco centímetros al año, pero tras el sismo éste fue hasta de tres metros en el subsuelo y 40 centímetros en la superficie.

La zona cero del terremoto se encuentra a 40 kilómetros al sureste de la zona urbana de Mexicali, en los ejidos Delta, Oaxaca, Pescaderos y Durango, entre otros. Allí trabajan científicos del CICESE y de la Universidad Nacional Autónoma de México para determinar la situación de la península, donde continúa la actividad sísmica y dejó cerca de 35 mil damnificados, la mayoría en la zona del epicentro.

Desde el domingo pasado han ocurrido más de 2 mil 500 réplicas del sismo, de las cuales mil 200 son superiores a 3 grados Richter y sólo 50 superiores a 5, dijeron los especialistas.

El regreso a clases en escuelas de educación básica se pospuso hasta el 19 de abril. En el valle de Mexicali hay 16 primarias con daños severos; los cinco edificios del campus Mexicali de la Universidad del Valle de México están destrozados.

Marcelino Núñez trabaja en un yonque (donde venden autopartes usadas) y la casa que habitaba desde hace más de 30 años se encuentra destruida.

Un trapo rojo en la entrada indica que se encuentra inhabilitada. El 4 de abril estaba con su esposa cuando el mundo se vino encima, la tierra empezó a crujir y se abrieron los pisos.

Como la de él, en esta zona hay 4 mil casas con bandera roja; en la zona urbana son 335 las declaradas como pérdida total.

Emergencia en municipio de Sonora

La Secretaría de Gobernación emitió la noche de este viernes una declaratoria de emergencia para San Luis Río Colorado, Sonora, afectado por el sismo y donde quedaron afectadas unas 6 mil 500 hectáreas de cultivos. Con este trámite las autoridades estatales dispondrán de inmediato de los recursos del Fondo de Desastres Naturales para atender las necesidades básicas de la población afectada.

El encargado de despacho de la Subsecretaría de Agricultura de ese estado, Germán Bleizzefer Vega, indicó que esa superficie debe regarse en las próximas dos semanas para evitar la pérdida de las cosechas, principalmente de trigo, alfalfa, hortalizas y palma datilera.

José Luis Luege Tamargo, titular de la Conagua, informó que el primer frente de trabajo se ubicará en el canal Reforma, principal distribuidor de la red mayor, y las obras están a cargo del personal de módulos de riego, de la Conagua y del gobierno estatal.


Millonarias pérdidas en California por sismo de 7.2 grados

El total de daños aún se evalúa; El Centro y Calexico son las ciudades más afectadas

Associated Press


CALEXICO.– El terremoto de magnitud 7.2 que sacudió la frontera EE.UU.-México el pasado fin de semana probablemente haya provocado más de $100 millones en daños sólo en California, dijeron el jueves las autoridades. Aún no se conocen las estimaciones de los daños en México.

Las autoridades no han terminado de calcular los destrozos en el Condado Imperial, que ya sufría problemas económicos, pero ya se observaron grandes daños en los sistemas de tratamiento de aguas, escuelas, empresas y hogares.

El congresista de EE.UU. Bob Filner, demócrata de Chula Vista, dijo que es probable que el daño en el condado supere los $100 millones y se informó que al menos 800 viviendas sufrieron daños graves.

El daño más importante ocurrió en los sistemas de agua y alcantarillado en las dos ciudades de mayor tamaño del condado, El Centro y Calexico, aproximadamente a 120 millas al este de San Diego. Las oficinas en el principal hospital de la región también sufrieron grandes daños, aseguró Filner.

Tres escuelas permanecían cerradas en Calexico y sufrieron daños estimados en $15 millones, dijo Louis Fuentes, presidente de la junta de supervisores del Condado Imperial. Fuentes estimó los daños a los edificios del gobierno del condado en hasta $20 millones.

Una de las líneas de alcantarillado de cerámica de Calexico se rompió a últimas horas del miércoles, dijo Fuentes. Al menos 100 casas rodantes han sufrido daños en su base o se han caído.

"Continuamos recibiendo informes de más y más cosas que se siguen descubriendo", dijo.

El terremoto de magnitud ocurrió el Domingo de Pascua a unas 38 millas hacia el sur de la ciudad fronteriza de Mexicali, México. Dos personas murieron en México y docenas de negocios y viviendas fueron destruidos en Mexicali. Se informó acerca de grandes daños en comunidades agrícolas en las afueras de la gran ciudad.

Mientras se evalúan los daños, las réplicas se siguieron sintiendo en la región.

Un terremoto de magnitud 5.3 ocurrió ayer jueves por mañana, con el epicentro cerca de Guadalupe Victoria, una ciudad granjera mexicana a unas 30 millas hacia el sur de Mexicali. No hubo informes inmediatos de lesiones o daños en ambos lados de la frontera.

La senadora de EE.UU. Barbara Boxer estaba caminando por la calle principal del centro de la ciudad de Calexico cuando el suelo empezó a temblar, dijo David Ouzan, alcalde de Calexico.

"Se podía sentir el temblor y ver las ventanas sacudiéndose", dijo Ouzan.

El gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, también recorrió Calexico el jueves, pero partió antes de la fuerte réplica.

Se esperaba que muchos negocios del centro de Calexico volvieran a abrir hoy viernes, aunque unos seis permanecerán cerrados debido a los graves daños, dijo Ouzan.

Los sistemas de filtración de agua de Calexico sufrieron "una pérdida total" y se tardará tres a seis meses en reconstruirlos, según Ouzan. Un sistema de respaldo suministra unos 4 millones de galones al día, pero la ciudad consume hasta 6 millones al día en verano.

En El Centro, con 40,000 habitantes, unas 200 familias fueron desplazadas, se prohibió el ingreso a docenas de edificios y una de las vigas principales de la biblioteca de la ciudad sufrió daños, según un informe realizado por Ruben Durán, gerente municipal, para el Concejo municipal.

El terremoto es otro problema económica más que se agrega a la región agrícola, que en febrero registró una tasa de desempleo de 27.2%.


Analizan repercusiones del terremoto en Mexicali

Instalan 30 sismógrafos para analizar si el movimiento telúrico acumuló energía en otro punto de la zona, que produciría otro sismo en los siguientes años

Julieta Martínez / Corresponsal El Universal


Expertos del Instituto de Investigación Científica y Educación Superior de Ensenada (CICESE) analizan si el terremoto de 7.2 grados Richter que ocurrió en Mexicali desplazó energía suficiente para generar otros sismos de similar magnitud, en fallas geológicas diferentes a la que causó el movimiento.

El jefe del Departamento de Sismología de la institución académica, Víctor Wong Ortega, explicó que para facilitar la investigación se instalaron 30 sismógrafos alrededor de la fractura de unos 100 kilómetros que sufrió la falla de Laguna Salada Cucapá donde ocurrió el temblor.

Dijo que de confirmarse el desplazamiento y acumulación de energía a una red de fallas diferente a la que se activó el domingo, el sismo ocurriría dentro de varios años, aunque no se puede predecir ninguna fecha o plazo.

De un punto a otro

Los sistemas de fallas están interconectados porque pertenecen a la misma región tectónica, lo que explica que la energía liberada en una falla puede acumularse en otro extremo y provocar nuevos temblores, detalló el investigador del CICESE.

La liberación de energía en un punto puede llevarla a otro diferente, así que no se puede descartar nuevos movimientos disparados por esa fuerza acumulada, ratificó y especificó que esto no ocurrirá en el corto plazo.

Mexicali se encuentra sobre una red de fallas geológicas entre las que se cuenta la de San Andrés, Imperial, Cerro Prieto, Laguna Salada y otras que mantienen una regular actividad sísmica, pero no se puede predecir que un terremoto vaya a ocurrir en un año o un siglo, agregó.

Wong Ortega confirmó que el epicentro de la actividad telúrica se ubicó en el sur suroeste de Mexicali, en el sistema de fallas Laguna Salada Cucapá, no en la de Cerro Prieto, como se dijo al principio.

Más de 550 réplicas

Los estudios realizados después del sismo que dejó dos personas muertas, más de 230 heridas y miles de familias damnificadas, advierten que durante las próximas dos semanas seguirán registrándose réplicas de leves a moderadas, pero se descartó uno de igual o mayor magnitud que el primer movimiento.

Desde las 13:40 horas en que ocurrió el terremoto, Mexicali ha resentido más de 550 temblores, la mayoría de 2 y 3 grados, pero también de 4 y 5 grados Richter. Tan sólo durante el martes, los sismógrafos captaron cinco temblores de entre 4.0 y 4.7 grados.

Energía se liberó al norte

Víctor Wong explicó que la falla Laguna Salada registró una ruptura de unos 100 kilómetros, la cual puede observarse desde la superficie en la carretera Mexicali-Tijuana, a la altura de la Laguna Salada.

Calificó que el terremoto de 7.2 grados fue histórico y sin precedentes, pues el movimiento de mayor magnitud registrado en la falla Laguna Salada Cucapá había ocurrido en 1892 y alcanzó 7.0 grados.

La energía liberada por el temblor del pasado 4 de abril fue conducida al nor-noroeste, no hacia la ciudad de Mexicali, por ello muchos de los efectos se resintieron del lado estadounidense, en el sur de California, explicó.

Desplazamiento de placas tectónicas

La fractura de la falla Laguna Salada Cucapá alcanzó 100 kilómetros de longitud y en algunos puntos el corte se ubicó en el subsuelo, pero en otros como la carretera Mexicali-Tijuana, a la altura de la Laguna Salada, se observa de manera superficial, explicó el investigador.

Mencionó que aunque ya se conoce la longitud de la ruptura, todavía no se ha determinado cuánto se desplazaron las placas tectónicas.

El jefe del Departamento de Sismología del CICESE confirmó que durante las próximas dos semanas seguirán registrándose réplicas del terremoto del domingo pasado.

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El combate al narcotráfico ya no es un problema de drogas sino de seguridad del Estado, es decir, político. (G.Mont)

Pedro Echeverría V.

1. Ya no saben sobre qué declarar los tontos funcionarios porque nada saben de ciencia política o de historia, aunque sí de policías y ladrones. En vez de analizar a fondo sobre las causas o los motivos del surgimiento del narcotráfico, de reflexionar acerca de ideas para acabar con este flagelo, de la necesidad de terminar con el desempleo y la miseria para que no haya necesidad de integrarse en la llamada delincuencia, se dedican a demostrar esos funcionarios que son muy hombrecitos, que dan la cara y retan a sus adversarios para que salgan a la luz pública y que no solo den entrevistas (a Julio Scherer) en la selva. Es decir, esos funcionarios tontos creen que los perseguidos son idiotas. Pero a pesar de ello el secretario de Gobernación dijo una cosa importante, que el tráfico de drogas ya no es esencial. Lo peligroso es la fuerza que están tomando contra el Estado. ¿Ya es político?

2. Gómez Mont, secretario de Gobernación, retó al crimen organizado; le exigió que dé la “batalla de frente” porque las autoridades, legisladores y gobiernos están dando la cara en esta lucha. “Nadie se ha hecho menso con el tema (…) ¿O qué? ¿Nos ven embozados aquí o nos ven en la sierra o en el monte dando entrevistas?”. Reconoció que hay “fortalezas y debilidades. “A veces –dice Gómez Mont– no se pueden prever todos los actos. El Estado mexicano, como Estado democrático, se presenta con cara a la gente. Sus instituciones están visibles. “Estos señores (delincuentes) de repente salen de sus madrigueras y a veces el Estado está listo y con información suficiente para neutralizarlos y a veces no”. El funcionario opinó que el problema de la inseguridad no es un “problema de drogas” porque es un problema menor, sino de secuestros, extorsiones y asesinatos.

3. Ya esto del tráfico de drogas es viejo, está superado. Si en muchos países las drogas se han legalizado México no está lejos de tomar esa medida. Lo importante ahora -para el gobierno- es que el ejército de los narcos no siga avanzando contra las fuerzas del Estado porque podría llegar el momento en que el gobierno de Calderón sea obligado a renunciar. Por eso –dicen- no podemos retirar al ejército de las calles y si acaso tomamos medidas como en Ciudad Juárez de retirar mil soldados, los sustituimos con cinco mil policías federales totalmente entrenados por los EEUU y equipados por ese país. Si algo no cabe entre nosotros los funcionarios –dicen- es la ingenuidad: aunque nos acusen que el narco ha penetrado en todos los niveles del estado y la economía, la realidad es que no vamos a permitir que se adueñe del gobierno porque este es un país democrático donde los representantes en el gobierno se eligen por el pueblo.

4. ¿Lo mismo que en Colombia? ¿No que era un problema de salud, de distribución de drogas en las escuelas? Si en los EEUU y otros países europeos el consumo de drogas ha sido legalizado entonces los objetivos del gobierno son otros: aunque desde hace varios años han penetrado, evitar la total implantación de éstos en el gobierno, entre los empresarios y las fuerzas armadas de tal manera que el control de la economía, la política y los medios de información estén al servicio de los narcos. Hoy sólo se habla del “Estado narco” y de “empresarios narcos”, pero no existen todas las pruebas, ¿qué pasaría si realmente estuviera el país absolutamente controlado como en Colombia? Parece estar contemplada en la estrategia de los EEUU llamar terrorista a todo aquel que de alguna manera cuestione al Estado y a las políticas yanquis. Al gobierno mexicano le han dejado la tarea de combatir el terrorismo.

5. Desde los avionzazos contra las “Torres Gemelas” –aquellas donde se colgaba el “hombre araña” y que no se ha aclarado si el mismo gobierno de Bush ordenó que las atacaran- se hizo mundial la “lucha contra el terrorismo”. Para vengar esos actos criminales Bush ordenó la invasión de Afganistán y luego la de Irak usando acusaciones que más tarde se probaron que fueron falsas. Pero Bush y el gobierno yanqui siguió adelante, de manera abierta, su lucha contra el terrorismo. El país más sometido fue México, por su amplia frontera divisoria con aquel país. Desde entonces EEUU sólo mantuvo un discurso: la lucha contra el terrorismo donde englobó a todos los países que mantenían una posición crítica hacia él (Irak, Irán, Corea del Norte, China, Venezuela, Cuba, Libia, Palestinos) Con esos países creó lo que llamó “El eje del mal” con el fin de mantener una amenaza y una propaganda permanente –como terroristas- contra ellos.

6. La calificación que EEUU y las burguesías hacen al terrorismo de hoy es muy parecida a lo que hace 40 años hacían contra el comunismo. A fines de los sesenta también había “oposición” amaestrada, domesticada, integrada para hacer juego político; pero la real oposición, la que no aceptaba el sistema de explotación y opresión, era vigilada, perseguida, encarcelada y asesinada. La clase dominante ha continuado por ese camino, pero en los últimos 10 años –dado la agudización de las confrontaciones mundiales- busca acusar de terrorista a cualquier opositor social radical. Hoy en Colombia no importa la droga, los males contra la salud; lo que persigue el gobierno colombiano y sus jefes yanquis es combatir a los “terroristas”, es decir a las guerrillas de la FARC y a los izquierdistas radicalizados. Por ese motivo promovió la instalación de las siete bases militares norteamericanas en su territorio.

7. En Colombia no fue a los narcotraficantes a los que se persiguió; fue a los grupos izquierdistas a quien comenzó a calumniarse –en todos los medios de información- como narcotraficantes para así justificar la represión contra ellos. Es una vieja forma usada también en México para eliminar a opositores reales por el ejército y la policía. Basta con que te invadan la casa, te siembren la droga y las armas y allí estarán los periodistas listos para las fotos y los videos. Esto se ha estado practicando en México con mayor intensidad contra los activistas, incluso periodistas, en los últimos años. Todas aquellas libertades que los trabajadores y activistas sociales había ganado durante décadas, en los últimos 25 años se han venido derrumbando. Necesitamos estar muy atentos para salir a la calles para recuperar lo que hemos perdido; pero no olvidar que las únicas batallas valederas son las que nos permitan acabar para siempre con el sistema de explotación.