viernes, octubre 02, 2009

México 68: El arte de la represión

Juan Arvizu

En la Plaza de Tlaltelolco, ametralladoras, rifles, pistolas cruzaron un fuego tan intenso y ensordecedor, que ahogó los lamentos de quienes caían heridos.

Las órdenes entre militares y agentes de civil, así como el llanto de ver morir en ese 2 de octubre a hermanos, padres, abuelos, niños, en el asalto más brutal que haya conocido el movimiento estudiantil de 1968.

Hubo francotiradores en nueve edificios. Apuntaron hacia la multitud, los departamentos... Y envueltos en la confusión, entre ellos mismos se tirotearon con armas de alto poder. En un traqueteo de balas sin pausa, de más de 90 minutos que demuestra la capacidad de parque con que fueron abastecidas sus madrigueras.

En la explanada. Entre las ruinas aztecas, miles de personas corrieron para salvar su vida: presas del terror. Muchos se toparon con pelotones que los atacaron con el filo de las bayonetas. Otros soldados apuntaron hacia otro enemigo. El parapetado en puntos estratégicos, en ventanas y azoteas, que se movía como en terreno propio.

Militares armados como para enfrentarse a un ejército invasor, encabezaron la "Operación Galeana", como el secretario de la Defensa Nacional, Marcelino García Barragán, nombró al asalto definitivo contra el movimiento estudiantil. Planeado por él durante varios días.


De acuerdo con sus testimonios póstumos. Desde su despacho dirigió la ofensiva que ejecutó en el "campo de batalla" el general de brigada Crisóforo Mazón Pineda.


Lo que no vio el general García Barragán fue la sangre derramada en la gran explanada. En pasillos, jardines, escaleras. Dentro de las viviendas de edificios cercanos y distantes. No percibió la angustia de miles de indefensos. Tampoco la tensión previa a la masacre.


El arte de la represión

El Consejo Nacional de Huelga (CNH) llegó desorganizado al mitin, sin calcular lo que significaba la presencia de agentes vestidos de civil, pertenecientes a la Dirección Federal de Seguridad (DFS), a la Policía Secreta o de un "Batallón Olimpia", que allí se dio a conocer matando a sangre fría y con aquél coro apagado por el fuego amigo, que ejemplifica la confusión del asalto a Tlaltelolco:


--¡Batallón Olimpia! ¡Batallón Olimpia, no disparen!


Diversidad de testimonios hablan de varios hombres que entre la muchedumbre sacaron pistolas y "sin ton ni son" dispararon a la gente, a corta distancia. Desencadenaron el miedo en la explanada.


Mientras, en el tercer piso del edificio Chihuahua --fue el espacio central de la operación militar y paramilitar--, desde la terraza, agentes de DFS dispararon hacia la gente abajo. Y con armas en ambas manos, sometieron a los líderes del CNH. Eran la presa para acabar el movimiento, esa tarde. A 10 días de la inauguración de los Juegos Olímpicos.


"No vayas, dicen que se va a poner feo. Que van a detener a todos los líderes", fue el rumor del día. Y se acentuó ante el cerco de las hienas. Hubo marcaje personal para los líderes estudiantiles. Desde antes del fuego de las armas.


El movimiento había caído en una trampa montada con habilidad.


Áyax Segura Garrido, un agente de la DFS, infiltrado en el CNH como estudiante de la Escuela Normal Oral, actuó con resolución, en el momento preciso: "Debemos ir" (a la plaza), e impuso la idea, relata Ángel Verdugo, integrante del consejo estudiantil.


De manera simultánea, se dieron los primeros contactos. Ahora sí, de pre-diálogo.


Dos días antes, el 30 de septiembre, la Ciudad Universitaria fue devuelta. El primero de octubre y el 2, comisiones estudiantiles tantearon a un duro Jorge de la Vega y un pasivo Andrés Caso. La tarde misma de la masacre, ambos charlaban con Marcelino Perelló.


El CNH no vio la trampa, el engaño.


Y a las 18:10 horas, con luces de bengala irrumpió la muerte.



El selectivo criterio de los guetos

La "Operación Galena" fue diseñada por el general Marcelino García Barragán, en su despacho de la Secretaría de la Defensa Nacional. Después de la ocupación de la CU y del IPN, para detener a los dirigentes del movimiento estudiantil y consignarlos al Ministerio Público, según revela en "Parte de Guerra", de Julio Scherer y Carlos Monsiváis, a quienes Javier García Paniagua entregó copias de algunos documentos de las operaciones militares que desplegó el Ejército.


Al parecer, la Secretaría de la Defensa Nacional en la actualidad no tiene en su archivo la información de todo el proceso del 68. Da cuenta de que los expedientes fueron entregados al Archivo General de la Nación. Allí, diversas fichas quedaron "bloqueadas" por los consultantes de la investigación del fiscal Ignacio Carrillo Prieto, cuyo informe no es accesible en Internet.


El legado informativo de García Paniagua apunta al jefe del Estado Mayor Presidencial, Luis Gutiérrez Oropeza, como responsable de francotiradores activos, toda vez que en un telefonema le pide a García Barragán que ordene dejar de disparar a los focos de disparo para que sus elementos puedan ponerse a salvo.


Hubo fuego desde los edificios Chihuahua, 2 de abril, ISSSTE, Molino del Rey, Revolución de 1910, en el fragor más intenso.


Después de las 23 horas, los tiroteos salían de los edificios Aguascalientes, Revolución de 1910, 20 de Noviembre, 5 de Febrero, ISSSTE, Chamizal y Atizapán. Nueve en total. Todavía se encontraron armas abandonadas en los edificios Guelatao y Churubusco.


Entre los dirigentes del movimiento, había estudiantes armados. Sólo que para repeler una ofensiva como la que ocurrió, hubieran necesitado de abastecimientos en casas de seguridad. El "Parte de Guerra" que el jefe de la operación Crisóforo Mazón, entrega a su jefe el secretario de la Defensa, semana que al tomar los edificios de Tlaltelolco encontró "gran cantidad de armas, municiones, accesorios", sin especificar información alguna.


Cuando el rencor se vuelve se vuelve religión

El 3 de octubre, Mazón, quien ya había desalojado todos los departamentos del área, dio un saldo de 30 muertos, 87 heridos y unos mil 500 detenidos enviados al Campo Militar Número 1.
Confirman los documentos que hizo suyos García Barragán que el asalto militar tuvo como finalidad expresa el detener a los líderes del CNH.


David García Colín, en un relato publicado por la Universidad Autónoma Metropolitana, señala: "De saco y gorra negros, con una pistolota, un hombre tiró la luz de Bengala y enseguida entraron los policías al edificio Chihuahua a detener a los líderes".


Allí arriba estaba Ángel Verdugo, de Ciencias Físico-Matemáticas del IPN. Narra para este diario que de inmediato agentes de la DFS que los rodean, unos disparan a la multitud. Otros se ocupan de su detención. "Había más pelones que gente de nosotros".


Verdugo mueve, baja las escaleras. Lo enfrenta un agente con dos pistolas artilladas, lo amenaza y lo obliga a subir. En el caos se pierde el estudiante que por azares ha ido con el pelo corto y corbata, y se aloja en el departamento 615, colmado de refugiados que se agachan para evitar las ráfagas de tiros.

Un testimonio apunta que en las azoteas había francotiradores. Hubo muchachos que entraron a los tinacos. Los balacearon. Y chorreó agua roja para trauma de quienes vieron las escenas.
Salieron a relucir los guantes y los pañuelos blancos, la contraseña de bando. La gente corría en el caos. Era suerte toparse con un soldado paralizado por el baño de sangre, mientras que otros cumplían sus órdenes a punta de bayoneta.


La gente que pudo corrió a la Iglesia de Santiago Tlaltelolco. Se ha acusado que "el maldito cura", como lo llama el maestro Fausto Trejo, no abrió las puertas para poner a salvo a la gente.


Pensaban que de México no saldría

Otra versión, de la señora Claude Kiejman, publicó en el periódico parisino Le Monde. Tlaltelolco "es el lugar más indicado para una masacre criminal", en un texto que rescata con traducción al español, Carlos Arriola, en el libro de El Colegio de México, "El Movimiento Estudiantil Mexicano, en la Prensa Francesa".


Al momento del ataque, la gente se encontró con 500 soldados con ametralladoras y fusiles, que avanzaban en formación de combate". No hubo tiros en ese avanzar.


Hombres vestidos de civil, daban signos a los militares que desencadenaron la cerrada balacera, con la que se parecía dirigir el avance y movimiento de los soldados. Según parece eran cinco mil soldados y 300 tanques: todos disparaban. Hasta hubo el obús de una bazuka, y tres pisos del edificio Chihuahua, ardió en llamas.


La periodista Kiejman relata. "Llamaba la atención y determinación de los detenidos, que a pesar de la cólera, guardaban la calma. Para ellos, el único responsable es Díaz Ordaz a quien la Constitución le da derecho a ordenar al Ejército que dispare.


Relata que casi a las 20:30 horas, un grupo de mujeres suplicaba entrar a la iglesia de Santiago. Casi a las 23:00 horas, "se nos permitió el acceso al convento en el que se amontonaban cerca de tres mil personas", donde la cólera, sorpresa, angustia, horror eran enormes. La periodista francesa pudo salir pasadas las tres de la mañana del 3 de octubre.


Los que los vieron partir...

Ángel Verdugo vivió la tragedia dentro del departamento 615, donde un niño aseador de calzado murió por una bala perdida, cuando se incorporó, cansado de estar en cuclillas durante la balacera inicial.
Un muerto, destrozos en el interior, gente desconocida, encontró el amo de la casa, un agente fiscal, que llegó seguido de un soldado, quien cargó con los que moraban esa noche allí. Ángel Verdugo estaba en el baño con la abuela, la madre y dos niñas. Fueron a esconderse al cuarto de los niños, adonde pasó el soldado sin encontrar novedad.


--¿Y éstos, qué hacen aquí? ¡A dormir, a dormir!, ordenó suavizado por el alcohol. Y al despertar lo primero que hizo fue correr al peligro que había dormido en casa.


Verdugo caminó para abajo. Inútil, hay soldados. Para arriba, a la conciencia de que estaba perdido.


De pronto apareció una familia que iba hasta con el perico y velices, al éxodo. Suplicó, hacerse pasar como un familiar. Y bajaron. Los detuvo un soldado. "Identifíquese".


Verdugo, por la corbata y el pelo corto no daba el tipo de estudiante. "Identifíquese". La mujer hizo un acto de histrionismo para distraer al soldado:


--¡Por favor, por favor! ¡Ya hemos vivido muchas cosas! ¡Ya déjenos ir! Y convenció.


Verdugo y sus "parientas" salieron a la calle. Al considerarlo pertinente, entregaron los velices y se fue a donde mejor le pareció.



Cuando la Torre de Babel resplandece

Sin que le tocaran un cabello, el líder del CNH, fue al hotel María Isabel Sheraton. Al quinto piso, a la habitación de la periodista italiana Oriana Fallaci, para quien traducía al inglés sus contactos con el CNH y con quien no se encontró en el edificio Chihuahua.


Él informa a la periodista que su texto sobre la masacre ya está en Nueva York.


Oriana Fallaci da a conocer el "Batallón Olimpia". Lo supo de primera mano, pues ella estaba en el grupo de detenidos a los que agentes obligan a los presentes al dar el grito de "¡Batallón Olimpia, no disparen!"


A dicho grupo no lo conocían en el campo Militar Número 1. Los encargados de obtener las confesiones forzadas de los detenidos. Y cuando Luis González de Alba comparece ante el MPF, al decir esas dos palabras de "¡Batallón Olimpia!", un civil con autoridad sobre el mundo gritó:


--¡Eso no se escribe! Una y otra vez: ¡Eso no se escribe!"


El hecho, el mito y la leyenda

Y no está escrito, salvo en el parte de guerra dirigido por el general Mazón al secretario García Barragán, donde se detalla la movilización de militares, hacia Tlaltelolco, que incluyen Guardias Presidenciales y como "reserva", el "Batallón Olimpia".


El testimonio del doctor Fausto Trejo, confirma el alevoso asesinato de personas, por parte de agentes de civil con guantes blancos. Un reporte médico oficial señala que 22 de 24 muertos, perdieron la vida en una trayectoria horizontal.


Los militares estaban convencidos de que éramos nosotros los atacantes, dice el movimiento estudiantil en el Memorial del 68, ubicado en Tlaltelolco.


En la casa de Andrés Caso fracasó la reunión de acercamiento, a las 18 horas, se dice. Y diez minutos después, empezó la ruta sin retorno, de la que dicho político dice ahora, 40 años después, "hubo una respuesta muy violenta del gobierno".


Fausto Trejo, quien salvó la vida porque un muchacho se interpuso entre el tirador y él, vivió los acontecimientos en la explanada. Había llegado tarde. En el caos caminó hacia el lado del Paseo de la Reforma. Los soldados con los que se cruzó iban a otra cosa. Actuar a la gente del guante blanco, la agitación que envolvió el momento.


"Una bala atravesó la cabeza del estudiante, un proyectil que, dice el psiquiatra, "era para mí". Fue de los que pidieron posada en la iglesia del lugar. Sin obtener respuesta.


--¡Nos están matando!--, gritaban mujeres, en la súplica estéril de que se abriera la puerta, a riesgo de ser blanco de un tiro.


Las ametralladoras del Ejército estaban imparables.


--¡Abran, nos están matando!
No hubo respuesta.


La "regla príncipe"

--¡Maestro, vámonos, la matanza está tremenda!", le dijo un alumno a Trejo, manchado del pecho de la sangre del joven que murió y abrazó.


"¿Qué ganaban con matarnos a nosotros?", pregunta Trejo 40 años después. Guarda para Gustavo Díaz Ordaz su odio profundo.


¿Qué ganaban con matarlos?


La "Operación Galeana" se aplicó con una de las reglas del "Arte de la Guerra", predominante. El engaño. Los estudiantes creían que estaba en curso negociar. Y entraron a una trampa.
El régimen no optó por la regla príncipe: "someter al enemigo sin luchar".


Y utilizó a un soldado para cada tres personas. Sin contar los granaderos y policías de civil.


México 68: El principio del laberinto a nuestra historia

El ataque ocurrió a la vista de periodistas extranjeros, que también testigos del control del terreno de la batalla, como lo estipula Sun Tzu.


Una madre del edificio Chiapas fortuitamente evitó que la gente en su casa fuera tocada por las ráfagas de la "Operación Galeana", pero quedó afectada. Durante mucho tiempo se le vio recorrer los jardines de Tlaltelolco con un lamento profundo:

--¡Han matado a mis hijos! ¡Han matado a mis hijos!


Moría así, el movimiento estudiantil del 68, a tiempo de cumplir los protocolos para la realización de los Juegos Olímpicos que tenían como lema: "Todo es posible en la paz".

2 de octubre no se olvida

22 de julio: el cuerpo de granaderos disuelve una pelea entre alumnos de Instituto Politécnico Nacional y una preparatoria incorporada a Universidad Nacional Autónoma de México. Son detenidos varios estudiantes.

26 al 28 de julio: varias escuelas entran en un paro de labores en protesta por los hechos del día 22, los granaderos y el ejército entran a varias de ellas.

30 de julio: el rector de UNAM, Javier Barros Sierra, condena públicamente los hechos y exige la libertad de los presos estudiantiles. Él encabeza una marcha por la avenida de los Insurgentes.

4 de agosto: se hace público el pliego petitorio del movimiento estudiantil:

* 1. Libertad de los presos políticos.
* 2. Destitución de los generales Luis Cueto Ramírez y Raúl Mendiolea, así como también del teniente coronel Armando Frías.
* 3. Extinción del Cuerpo de Granaderos, instrumento directo en la represión y no creación de cuerpos semejantes.
* 4. Derogación de los artículos 145 y 145 bis del Código Penal Federal (delito de disolución social), instrumentos jurídicos de la agresión.
* 5. Indemnización a las familias de los muertos y a los heridos que fueron víctimas de la agresión desde el viernes 26 de julio en adelante.
* 6. Deslindamiento de responsabilidades de los actos de represión y vandalismo por parte de las autoridades a través de policía, granaderos y ejército.

26 de agosto: se realiza una marcha que llega al zócalo y los participantes deciden quedarse en la explanada para esperar una respuesta del gobierno acerca de los actos de represión en contra de los estudiantes.

28 de agosto: salen tanques desde el Palacio Nacional para dispersar a los manifestantes.

13 de septiembre: se realiza La marcha del silencio.

18 de septiembre: el ejército toma Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México.

24 de septiembre: el ejército toma el Casco de Santo Tomás del Instituto Politécnico Nacional.

1 de octubre: el ejército se retira de la UNAM y del IPN.

2 de octubre: miles de personas se reúnen en la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco. Miembros del ejército (vestidos de civil y portando un pañuelo o guante blanco en la mano) se mezclan entre los manifestantes y llegan al edificio Chihuahua, donde estaban los oradores de la manifestación y varios periodistas (Oriana Fallaci). A las seis de tarde un helicóptero sobrevoló la plaza, dejando caer bengalas, que fueron el prólogo a los disparos de francotiradores del ejército (apostados en el edificio Chihuahua) y soldados que se encontraban en la plaza. Las cifras reales de muertos, heridos, detenidos y desaparecidos aún se desconoce.

12 de octubre: fueron inaugurados los XIX Juegos Olímpicos, en la Ciudad Universitaria.

2 de octubre




José Revueltas, un intelectual de la izquierda radical mexicana

Juan Arvizu Arrioja

José Revueltas, intelectual de la izquierda radical mexicana, pasó los filtros de selección corporativa y con los pergaminos de su obra literaria, en 1968, ingresó al Comité Organizador de los Juegos de la XIX Olimpiada, y allí se desempeñó en el puesto de escritor...hasta que su activismo lo situó de tiempo completo en las filas de la protesta estudiantil.

Sólo la invitación directa del presidente del comité organizador, Pedro Ramírez Vázquez, pudo valer para la contratación del guionista de cine, dramaturgo, novelista galardonado en 1967 con el premio de literatura Xavier Villaurrutia.

Era junio del 68. Revueltas, de 54 años, era un hombre de ideas y acción. Combinó la universidad y el trabajo adscrito a la dirección de Publicaciones del evento olímpico, en el que se jugaría la contienda deportiva internacional, así como el prestigio del Presidente Gustavo Díaz Ordaz.

De baja estatura, delgado, gafas gruesas, cabellera larga encanecida y la barba al estilo del líder comunista vietnamita Ho Chi Minh, Revueltas era un marxista leninista errante, dos veces expulsado del Partido Comunista Mexicano (PCM).

En esas circunstancias, la pluma del radical de izquierda se sumó al grupo de escritores que redactaba textos de divulgación sobre la XIX Olimpiada, la historia y cultura de México.

Documentos de los Juegos Olímpicos de 1968, resguardados en el Archivo General de la Nación, abiertos 40 años después por este diario, contienen información de la contratación de Revueltas, el 27 de mayo. En esa fecha, se apagaban los disturbios de París y el líder estudiantil Daniel Cohn-Bendit se exiliaba. Aquél era un problema tan lejano, como los nueve mil 200 kilómetros de distancia entre las capitales de Francia y México.

El talentoso escritor fue contratado por un sueldo de seis mil pesos mensuales, del 1 de junio al 31 de octubre. Casi ocho semanas después del inicio, la relación laborar quedó en segundo plano, por la irrupción de la violencia policiaca (y militar, después), contra estudiantes.
Los disturbios del 23 de julio, en la Ciudadela, y del 26, en el Zócalo, con saldos de detenidos, lesionados y versiones de muertos, alertaron a Revueltas: "La esencia del poder real que domina en la sociedad mexicana es el odio y el miedo a la juventud".

Hay miedo en las generaciones viejas y corrompidas, habría escrito en un volante del comité de lucha de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Siguió el bazucazo a la Preparatoria Uno, que repudió la comunidad universitaria, encabezada por el rector Javier Barros Sierra. Y de ahí para adelante, Revueltas escribió mucho, sí, pero nada para el comité organizador de los próximos juegos.

Dejó de percibir el sueldo olímpico, una fortuna para su bolsillo. Se declaró inconforme con "las estructuras caducas que son incapaces de comprender la necesidad de cambios profundos y radicales".

Proclamó que es tiempo de "poner en movimiento la crítica universitaria; esta es la forma --escribió-- de sacudir a México desde sus raíces".

¿Quién es ese personaje del mundo del cine y las letras, que actuó en la realidad concreta de la juventud del 68? Su solicitud de empleo a la XIX olimpiada es como un retrato, antes de los acontecimientos, que lo llevarán a Lecumberri, reo de 10 delitos.

Con trazos vigorosos de pluma fuente, Revueltas reportó ser "autodidacta", y sólo haber estudiado los seis años de primaria, de 1922 a 1928.

Por nombre de su escuela respondió: "calles de Jesús María y Soledad", del barrio de pobres que colinda al oriente del Palacio Nacional.

Su primera reclusión, en 1929, a los 14 años. Tras las rejas en la cárcel de Tlatelolco protestó con huelga de hambre, y fue trasladado a las Islas Marías, donde pasó cinco meses, y allá retornó en 1932, otra vez inculpado por el delito de sedición, esto es, por insurrección contra el orden constitucional, que pesarán sobre él en 1968, de nuevo.

La confrontación de Revueltas con "el Club del poder", que decía está por encima de todas las clases y grupos, ocurrió desde su infancia y fue contínua. Se volvió frontal, 39 años después, entre julio y noviembre del 68.

Tomó parte en asambleas y jornadas de activismo. Era un autodidacta, que sabía "poco" francés, el idioma de los doctores en Filosofía Política.

En la solicitud, el escritor dejó vacíos los renglones de "referencias particulares" y de personas que lo conocieran en la organización olímpica.

No dejó rastro de sus relaciones intelectuales, sociales o políticas.

Casado con Teresa Retes (de quien se divorciará en 1971, casi al final de su reclusión), es padre de cinco hijos: Andrea, Fermín, Pablo, Olivia y Román, que en ese año tenían 26, 24, 22, 16 y 15 años de edad.

No escribió renuncia al trabajo temporal; causó baja, "por terminación de contrato", con sello del Seguro Social, del 15 de noviembre.

Vivió su destino escribiendo: "Nuestra causa como estudiantes es la del conocimiento militante, crítico, que impugna, contradice, contraviene, refuta y transforma". E incitaba: "Somos revolución".

En versión del Agente del Ministerio Público Federal, Revueltas es delincuente, porque "tiene plena conciencia de que su arma es su mente, de donde emanan sus enseñanzas para abrir la conciencia en el mundo estudiantil". El juez Eduardo Ferrer Mac-Gregor decretó la formal prisión de Revueltas, el 21 de noviembre de 1968, seis días después de su detención. Casi de inmediato escribió El Apando, y colegas que pidieron su libertad, como Pablo Neruda, fueron desoídos por el gobierno. En protesta de literatos, en 1969, se suspendió el premio Xavier Villaurrutia.

Fue preso político dos años y medio. En una audiencia de septiembre de 1970 conoció a su juez, y acusó a Díaz Ordaz de la matanza de Tlatelolco.

"El criminal que debe sentarse en el banquillo de los acusados es el Presidente Gustavo Díaz Ordaz". Denunció a los poderes Legislativo y Judicial de estar sometidos "al poder presidencialista, autoritario y dictatorial que impera en México".

Si Díaz Ordaz sostenía que no había presos políticos, Revueltas contaba en Lecumberri 127 reos, la mayoría apenas mayores de 18 años y sin cumplir 25 años, más seis reclusas en la Cárcel de Mujeres, todos inculpados por las protestas estudiantiles.

El juzgador Ferrer Mac-Gregor, el 13 de mayo de 1971, determinó su libertad bajo protesta, o sea, sin fallo final, por invitación a la violencia y sedición. Dictó libertad absoluta por asociación delictuosa, daño en propiedad ajena, ataques a las vías generales de comunicación, robo, despojo, acopio de armas, homicidio y lesiones contra agentes de la autoridad, por desistimiento del procurador general del gobierno de Luis Echeverría.

Cinco años después, en 1976, el filósofo autodidacta y el político del sistema se encontraron en la ceremonia de traslado de los restos de Silvestre Revueltas a la Rotonda de los Hombres Ilustres.

Semanas más tarde, falleció Revueltas, convencido de ser un militante de la generación del 68, la cual entendió, dijo, que hay que descubrir la esencia de México.

En su celda de Lecumberri, la entrevistadora Mercedes Padrés le inquirió, por sus muchos años de cárcel:

--¿Por qué ese afán de rebeldía, por qué esa terquedad?

El productor de ideas contestó:

--Porque la historia es terca y yo tengo la misma insistencia.

El juanete de AMLO

JOSÉ GIL OLMOS

Más que un fenómeno mediático, Juanito, o Rafael Acosta, es uno más de los casos vergonzosos de la política nacional, y confirma la desconfianza y lejanía que la ciudadanía tiene hacia la clase política en general.

Ideado y puesto en marcha por Andrés Manuel López Obrador, el caso Juanito habrá de costarle muy caro en el futuro al político de Tabasco, quien ha hecho de la moralidad política una de sus principales banderas de lucha.

Cuando López Obrador lanzó públicamente su idea –en aquel acto en el que mostró que ni siquiera sabía el nombre de Rafael Acosta– de que Juanito fuera el candidato a delegado de Iztapalapa, y una vez que ganara dejase su lugar a Clara Brugada, en los hechos cayó en una de las prácticas que más ha criticado del priismo: la manipulación ciudadana.

Rafael Acosta, con un gesto de incomodad en la cara, aceptó aquella propuesta de López Obrador, quien en su lógica de poder no reparó en la inmoralidad política que implicaba este artilugio, pues a todas luces se trataba de un mecanismo de manipulación del voto ciudadano.

Para el tabasqueño, la estrategia era una forma de lucha contra sus enemigos, a quienes ve reflejados en cualquier decisión o posición que vaya en contra de su voluntad. Y así, una vez que el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación rechazó la candidatura de Brugada, López Obrador maquinó la candidatura impostada de Juanito, con la firme intención de hacerlo a un lado después de ganar la delegación.

Pero a Juanito le pasó lo que le pasa a muchos políticos mexicanos: que una vez que aspiran el aire del poder, se marean y crean castillos (de poder, no de arena ni de nubes) en el aire.

A Rafael Acosta le pasó como a Pedro Lascuráin, quien gobernó el país sólo por 45 minutos, de 17:15 a 18:00 horas del 13 de febrero de 1913, ya que enseguida Victoriano Huerta lo desplazó, consumando así la traición a Francisco I. Madero.

Como parte de un fenómeno de la política, pero cercano a la esquizofrenia, Rafael Acosta se convirtió en Juanito, se alejó de su creador, Andrés Manuel López Obrador, y cobró vida propia.

Con cinco minutos de fama, Juanito se transformó en el personaje preferido de muchos medios, que lo ridiculizaron con preguntas, fotos y videos, lo mismo cantando "Johnny be good", que en partidos de futbol o luciendo sus miserias en medio de fisicoculturistas.

Por semanas, Juanito puso de cabeza al PRD y a López Obrador. Los enemigos del perredismo y del lopezobradorismo tomaron a Rafael Acosta como pretexto para dar golpes certeros a la ética de la izquierda. Y después del escándalo de los videos de Carlos Ahumada dándole dinero a René Bejarano, el caso del delegado electo de Iztapalapa ha sido el mayor cuestionamiento que se ha hecho al proceder y la conducta política del tabasqueño.

Pero aun con todos esos cuestionamientos, el plan de Andrés Manuel no cambió, sino todo lo contrario: se pusieron en práctica todas las formas de presión en contra de Juanito para hacerlo desistir de su decisión de mantenerse como delegado. El canto de las sirenas seguía a todo volumen y los dueños de Televisa ya pensaban en hacerle un cómic.

Al final, fue la presión del jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, quien doblegó a Rafael Acosta, que ya se había convertido en Golum, el personaje del "Señor de los Anillos" que sufre de esquizofrenia y trata de quitarle el anillo del poder a Frodo.

Por razones de salud –el peor eufemismo de la política mexicana para justificar una renuncia–, Rafael Acosta anunció que sólo tomará protesta, el próximo 1 de octubre, y de inmediato dejará su puesto a Clara Brugada.

La decisión de Rafael Acosta, no de Juanito, fue vista por Andrés Manuel y Clara Brugada como una victoria, cuando en realidad es la peor derrota que han podido tener, ya que se trata de el más claro ejemplo de la manipulación de la voluntad ciudadana.

Juanito se había convertido en el "juanete" de López Obrador, en un personaje incómodo que al tabasqueño le dolía en su largo peregrinar por la Presidencia de la República. Y aunque, al parecer, este capítulo se ha cerrado, en el futuro Juanito será utilizado por sus adversarios como un arma para cuestionar la conducta y la moralidad política del excandidato presidencial.